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Nota previa a mis amigos los «liberales alegres». Twitter no es un negocio privado, y punto. No es tu casa, donde dejas entrar a quien quieras, y le exiges la conducta que te da la gana. Es un negocio privado, y algo más. Por ejemplo, es calle. Un sitio por donde tienes que pasar para llegar a donde quieres. Pongamos una parte del mundo.
Un bar y similares tampoco son negocios privados y punto. No puedes decidir todo lo que se te ocurra, como prohibir el acceso a una minoría étnica, o prohibir conversaciones sobre algo que te moleste. Un bar es semi-calle. No puedes pensar que sino te gusta que echen a los negros, vete a otro si eres negro. ¡Porque igual no lo has elegido tú, sino tus amigos blancos! Y si ellos tienen que elegir otro por tu culpa, ya eres un apestado al que a vida le cuesta más … por tus putos caprichos. Te jodes, y eres tú el que no puede abrir el bar si no sabes comportarte con un mínimo de la civilización común del lugar. Por eso; por ser semi-calle. No tiene nada que ver con «tu casa».
Y Twitter es muchísimo más cercano a «calle» que un bar. No vas a Twitter por una decisión personal más o menos arbitraria, como quien elige una zapatería en lugar de otra. No hay «otro Twitter», y Twitter es tan parte del mundo como la calle por la que sales y llegas a tu casa. De hecho, mucho más parte del mundo. Está tu ambiente, tus intereses, tu información, tus científicos, tus pensadores; y ahí se cuecen muchas de las cosas que pasan. Usarlo no es una elección mucho más libre que la de usar la calle, y por tanto no debería haber un derecho menor a transitarlo.
El ejemplo que traigo abunda en ese idea. Un político haciendo campaña no puede no estar en Twitter. Punto. No puede. Pero Twitter se permite hacer lo que le da la puta gana con su plataforma, prescindiendo de los sistemas con los que llevamos organizando la convivencia desde hace unos cuánto siglos. ¿Y quién es Twitter, para poder hacer eso? El Twittergarten. Unos niñatos tecnológicos millonarios, que sin duda saben un montón de programación, pero a los que nadie sensato recomendaría como alcaldes ni siquiera de una pequeña aldea. ¡Porque se pondrían a decirles a las gallinas lo que tienen que pensar!
Ejemplo: los niñatos tecnológicos deciden como puede hacer su campaña un senador de los EEUU.
La versión en The Hill:
Podemos entrar en los detalle, pero no debería hacer falta. Es completamente absurdo un mundo en el que el niñato tecnológico decide la libertad de expresión de un senador en su campaña. Podría valer en el Kindergarten, que es a lo que quieren llegar; pero no deberíamos dejar que pase. Y da igual la cuadra del senador; valdría lo mismo para la congresista AOC, que no para de decir burradas. Serán burradas, pero esa no es una decisión como para los niñatos. Por mucho dinero que tengan. Ese no sería un mundo ni inteligente, ni bien organizado.
El asunto concreto. McConnell pone en su cuenta de Twitter, a modo de ejemplo de la campaña de violencia social que está sufriendo estos días, un vídeo del escrache con el que le atacaron a la salida de un restaurante. Con todo tipo de amenazas. Y los niñatos alegan que las normas del Twittergarten prohíben el contenido que incite al odio o la violencia. Cojonudo, porque en el jardín de la infancia, la seño pone las normas, las interpreta, ¡y las aplica! El puto Jack, que casi siempre las aplica contra los mismos. Y ya puede explicar el equipo del senador lo que entiende cualquier humano medianamente adulto: que ese vídeo, en ese contexto, en lugar de promover la violencia y el odio, lo que hace es criticarla. Naina la vaina; Jack dice que, o elimina el «tuit» con el vídeo, o su cuenta se queda cerrada. La calle a expensas de los niñatos prodigio. A brave new world ha llegado.
También se da la circusntancia de que en el vídeo se oye proferir amenazas y deseos bastante obscenos sobre la salud del senador, a la líder del movimiento Black Lives Matter en Louisville, Chanelle Helm. Que probablemente sea la razón que hay detrás de la censura del Twittergarten.
El Mundo dice que el equipo de Trump está redactando una orden ejecutiva para acabar con el «sesgo progre» de los monopolios sociales de Silicon Valley.
A Trump no se le puede pedir finura intelectual, y lo expresa como lo expresa. Pero la idea no es sólo buena; es necesaria. No es una anécdota. Es algo que está pasando todo el rato. A gente «conocida», y mucho más a gente desconocida. Twitter es un sistema basura, pero es una basura necesaria. Mejor sería civilizarlo, y eso no es algo que se deja en manos de niñatos. Pero tampoco las manos de Trump son precisamente ideales. No mejores que las de Atila. Mejor sería una ley. Y apuesto que la mera amenaza de ley ya tendría efectos positivos.
Que civilicen el Twittergarten. O lo cierren.
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Actualización, un día después. Esto ya es el colmo. Los republicanos en masa han amenazado con sacar su publicidad de Twitter, y el Twittergarten responde:
«After multiple appeals from affected users and Leader McConnell’s team confirming their intent to highlight the threats for public discussion, we have reviewed this case more closely,» Twitter said in a statement.