twitter


(Ver actualización al final)

Nota previa a mis amigos los «liberales alegres». Twitter no es un negocio privado, y punto. No es tu casa, donde dejas entrar a quien quieras, y le exiges la conducta que te da la gana. Es un negocio privado, y algo más. Por ejemplo, es calle. Un sitio por donde tienes que pasar para llegar a donde quieres. Pongamos una parte del mundo.

Un bar y similares tampoco son negocios privados y punto. No puedes decidir todo lo que se te ocurra, como prohibir el acceso a una minoría étnica, o prohibir conversaciones sobre algo que te moleste. Un bar es semi-calle. No puedes pensar que sino te gusta que echen a los negros, vete a otro si eres negro. ¡Porque igual no lo has elegido tú, sino tus amigos blancos! Y si ellos tienen que elegir otro por tu culpa, ya eres un apestado al que a vida le cuesta más … por tus putos caprichos. Te jodes, y eres tú el que no puede abrir el bar si no sabes comportarte con un mínimo de la civilización común del lugar. Por eso; por ser semi-calle. No tiene nada que ver con «tu casa».

Y Twitter es muchísimo más cercano a «calle» que un bar. No vas a Twitter por una decisión personal más o menos arbitraria, como quien elige una zapatería en lugar de otra. No hay «otro Twitter», y Twitter es tan parte del mundo como la calle por la que sales y llegas a tu casa. De hecho, mucho más parte del mundo. Está tu ambiente, tus intereses, tu información, tus científicos, tus pensadores; y ahí se cuecen muchas de las cosas que pasan. Usarlo no es una elección mucho más libre que la de usar la calle, y por tanto no debería haber un derecho menor a transitarlo.

El ejemplo que traigo abunda en ese idea. Un político haciendo campaña no puede no estar en Twitter. Punto. No puede. Pero Twitter se permite hacer lo que le da la puta gana con su plataforma, prescindiendo de los sistemas con los que llevamos organizando la convivencia desde hace unos cuánto siglos. ¿Y quién es Twitter, para poder hacer eso? El Twittergarten. Unos niñatos tecnológicos millonarios, que sin duda saben un montón de programación, pero a los que nadie sensato recomendaría como alcaldes ni siquiera de una pequeña aldea. ¡Porque se pondrían a decirles a las gallinas lo que tienen que pensar!

Ejemplo: los niñatos tecnológicos deciden como puede hacer su campaña un senador de los EEUU.

mitch-mcconnell

La versión en The Hill:

Podemos entrar en los detalle, pero no debería hacer falta. Es completamente absurdo un mundo en el que el niñato tecnológico decide la libertad de expresión de un senador en su campaña. Podría valer en el Kindergarten, que es a lo que quieren llegar; pero no deberíamos dejar que pase. Y da igual la cuadra del senador; valdría lo mismo para la congresista AOC, que no para de decir burradas. Serán burradas, pero esa no es una decisión como para los niñatos. Por mucho dinero que tengan. Ese no sería un mundo ni inteligente, ni bien organizado.

jack-twitter

El asunto concreto. McConnell pone en su cuenta de Twitter, a modo de ejemplo de la campaña de violencia social que está sufriendo estos días, un vídeo del escrache con el que le atacaron a la salida de un restaurante. Con todo tipo de amenazas. Y los niñatos alegan que las normas del Twittergarten prohíben el contenido que incite al odio o la violencia. Cojonudo, porque en el jardín de la infancia, la seño pone las normas, las interpreta, ¡y las aplica! El puto Jack, que casi siempre las aplica contra los mismos. Y ya puede explicar el equipo del senador lo que entiende cualquier humano medianamente adulto: que ese vídeo, en ese contexto, en lugar de promover la violencia y el odio, lo que hace es criticarla. Naina la vaina; Jack dice que, o elimina el «tuit» con el vídeo, o su cuenta se queda cerrada. La calle a expensas de los niñatos prodigio. A brave new world ha llegado.

También se da la circusntancia de que en el vídeo se oye proferir amenazas y deseos bastante obscenos sobre la salud del senador, a la líder del movimiento Black Lives Matter en Louisville, Chanelle Helm. Que probablemente sea la razón que hay detrás de la censura del Twittergarten.

Chanelle-Helm

El Mundo dice que el equipo de Trump está redactando una orden ejecutiva para acabar con el «sesgo progre» de los monopolios sociales de Silicon Valley.

A Trump no se le puede pedir finura intelectual, y lo expresa como lo expresa. Pero la idea no es sólo buena; es necesaria. No es una anécdota. Es algo que está pasando todo el rato. A gente «conocida», y mucho más a gente desconocida. Twitter es un sistema basura, pero es una basura necesaria. Mejor sería civilizarlo, y eso no es algo que se deja en manos de niñatos. Pero tampoco las manos de Trump son precisamente ideales. No mejores que las de Atila. Mejor sería una ley. Y apuesto que la mera amenaza de ley ya tendría efectos positivos.

Que civilicen el Twittergarten. O lo cierren.

Actualización, un día después. Esto ya es el colmo. Los republicanos en masa han amenazado con sacar su publicidad de Twitter, y el Twittergarten responde:

«After multiple appeals from affected users and Leader McConnell’s team confirming their intent to highlight the threats for public discussion, we have reviewed this case more closely,» Twitter said in a statement.

Al principio me encantaba Twitter. Era como un mega periódico global, en tiempo real, y con una selección a la carta. E interactivo hasta cierto punto. Un poco interactivo -con suerte- respecto al camarero, y mucho entre los comensales. O entre el grupo de comensales que estuvieran conectados entre sí. El resultado era muy informativo, tan «culto» (ciencia, pensamiento) como pudieras desear, y francamente divertido.

Es verdad que siempre tuvo tendencia a la formación de tribus de cafres en guerra permanente. Pero con una selección un poco cuidadosa de la gente a seguir no era muy difícil librarse de los salvajes. Circulaban por ahí, pero no te los tropezabas demasiado. O no con una frecuencia insoportable. Y además, tampoco estaba de más encontrarlos de vez en cuando; a todos nos puede gustar hacer el cafre ocasionalmente. La gracia es que no se desmadraba, si esa era tu elección.

Pero Twitter, así, perdía dinero. La base era muy buena. Millones y millones de usuarios que lo han adoptado como una parte imprescindible de su vida. Y sin embargo, no daba dinero. Tenían que hacer algo. Y lo hicieron.

Pero lo que hicieron fue un sistema basura para ordeñar el ganado. De repente ya no te encontrabas en la aplicación lo que esperabas de ella, ni de coña. Te tropezabas con lo que claramente no habías elegido. Lo malo eso que eso no querías, estaba muy bien seleccionado. Era, digamos, mierda estimulante. En el peor sentido posible del término. Por poner un ejemplo claro entre muchísimos posibles, Bea Talegón. Una máquina de decir chorradas y burradas, a las que es muy fácil y divertido contestar. Pero hacerlo es francamente contraproducente para ti, y muy bueno para Twitter. Se convierte en una especie de competición sobre la respuesta mas ingeniosa a la imbecilidad. Y pierdes miserablemente el tiempo usando el programa, mientras que Twitter te tiene más tiempo enganchado y expuesto. Digamos que te ordeña más, y a un precio mucho más barato. Es mucho más fácil ser Bea Talegón que Sam Harris, y por eso hay muchas más. Y si te has apuntado a Twitter para encontrar lo que dice Harris, pero el sistema consigue que te enganches con las Talegones, tú estás haciendo el idiota, y Twitter está haciendo su agosto.

Este sistema de Twitter basura empezó a ser obvio hace un par de años. Y librarse de la basura, sin dejar de usar Twitter, no es nada fácil. Puedes ponerte a bloquear Beas; pero no resulta, porque son infinitas, y porque la gente te las acaba metiendo por saco en forma de pantallazo. Puedes dejar de seguir, o silenciar, a la gente que te larga muchas Beas. Pero es delicado; porque hay amistades, y también te fastidia perderte la parte no-Bea de lo que ponen. Y al final no haces nada, y acabas tragando basura en modo industrial. Convencido de que el mundo sería un lugar mucho mejor si desapareciera Twitter. O sea, literalmente como un drogata.

Bien, imagina que quieres estar al día, de una forma rápida y eficaz, de alguno de los asuntos interesantes en curso. Pongamos el Brexit. ¿Qué haces? Una lista, claro. Lo impresionante es lo corta que puede ser esa lista para que tengas un sistema perfecto. Sólo necesitas un puñado cuentas que sepan del asunto, que lo sigan en tiempo real, y que nunca, nunca, nunca, te planten a una Bea Talegón en su time line. Entre lo que escriben ellos, y lo que enlazan, tienes todo lo que puedas desear. Y sin perder ningún tiempo con Bea. Mira qué fácil.

Sí, dos de los tres son periodistas, y eso suena muy mal. Pero sonar no es ser, y el caso es que sigue habiendo muy buenos periodistas que hacen exactamente la función que siempre se les ha supuesto. Lo único necesario es meterlos en una lista, y tener muy claro que a lista tiene que ser pequeña y selecta (sin Beas). Vaya, la idea original de los clubes de Londres. Poner una valla para que el zoo quede al otro lado.

Y claro, si funciona para el Brexit, ¿por qué no va a funcionar para el resto? Y sí; funciona de narices. Es muy difícil seguir a muy poca gente muy selecta en Twitter; pero es muy fácil ver que con muy pocos miembros, una lista hace muy muy bien su función. Tampoco necesitas tantas listas. Y son mucho más fáciles de manejar, por su brevedad. En seguida te das cuenta si alguien no se corresponde con lo que esperas en ese club, y lo sustituyes.

¡Twitter vuelve a ser estupendo! Y sin quitarle tiempo a otras cosas. Ni siquiera pierdes del todo el chascarrillo y el cafrerío, porque siempre te puedes dar una vuelta por el zoo (la parte fuera de las listas) cuando estás en ese plan. Pero es muy distinto tropezarte con Bea, cuando estás en ese plan, que por obligación. Es otro mundo.

Bueno, podría pensarse en un peligro. Que Twitter volviera a perder dinero si este tipo de trucos se generalizara. Pero no creo que haya ese peligro. Por una parte, ya habíamos quedado que el mundo sería mejor si Twitter desapareciera; y por otra parte, los clubes son un coñazo para los animales … ¡porque no son el zoo! La valla tiene una función en los dos sentidos.

Que no se me enfade Bea. Quien dice Bea, dice Trump, etcétera. Es una forma de hablar rápido, y que se entienda fácil.

Nota previa: Marod manda una «respuesta larga» a la discusión anterior [–>]. Como va en tres «asaltos», y son tres temas distintos, pongo hoy el primero como entrada. Con su respuesta. Los otros irán en días sucesivos.

Por Marod

A ver si logro entender bien el problema.

El beneficio de denunciar primero (como un duelo en OK Corral) fomenta el fanatismo político porque son, obviamente, los fanáticos quienes quieren acallar las voces disonantes. O aquellas que les muestran toda su «basura fascista». Ergo tienen esa compulsión denunciadora. Unamos a eso que los algoritmos o el personal de Twitter son unos merluzos (juicio de valor, dicho sea de paso) y no entienden el ambiente que están creando. O incluso, peor, lo entienden y encima lo desean. El resultado debe ser un montón de fanáticos interactuando entre ellos, en una especie de orgía de caza de brujas entre los supervivientes.

Hasta aquí bien. Es un argumento lógico.

Mi contra-argumento pone el dedo en el hecho de que eres sancionado por el insulto injustificado, no por el denunciado. El denunciado pone en conocimiento del responsable lo que considera un incumplimiento de las normas de uso del servicio.
Es decir, si quitamos el supuesto de hecho (la conducta inapropiada) la denuncia pasa a importar una mierda, concretamente.

O sea, donde tu argumento falla es en que el sistema fomente el fanatismo, el sistema trata de evitar lesiones al honor e imagen de las personas. Y por qué? Pues porque la sanción se produce una vez se comprueba que se ha producido el supuesto de hecho (el incumplimiento de normas de uso).

Por eso te puse un ejemplo de cómo contestar el mismo mensaje (señalar al totalitario) pero cumpliendo los términos de uso.

Esto en abstracto, en universal. En el caso concreto, analicemos:

Un tipo pone una memez no muy ofensiva (hala, tira que ya sabes dónde está la puerta) en respuesta a otra memez tampoco muy ofensiva (si muerde cuando dices Sanjenjo, es un Talibanciño), y llega un tercero y contesta (omitiendo el mensaje) que se vaya el fascista y se meta el dedo en el culo (en el tono soez y ofensivo, a mi humilde parecer ganas por medio cuerpo 😉)

¿Pondrá alguna norma de Twitter algo así como que no se permiten los insultos y las faltas de respeto injustificadas? Paso de buscarlo, pero fijo que lo pone.

¿Se da entonces, el supuesto de hecho de la sanción? Es posible.

Hostia, pues igual el sistema no funciona tan mal.

Pongamos en duda entonces a los «anormales» de Twitter a la hora de aplicar el sistema.

Puede que lo hagan mal o pasen olímpicamente de él.

Y aquí ya entramos en el terreno de la hipótesis. Ni sé cuántas denuncias se producen, ni por qué motivos, ni cuántas se admiten, ni si son motivadas o no, ni cuántas se rechazan y por qué motivos.

Ni nadie ha hecho mención a que tenga esos datos ni los ha mostrado.

Si querías mostrar este caso como ejemplo del mal funcionamiento del sistema, elegiste mal. Hay incumplimiento bastante posible de la norma.

Hay dos formas de demostrar la hipótesis que pretendes sostener.
O demuestras estadísticamente la inmensa cantidad de usuarios sancionados por denuncias de fanáticos (me parece que no lo has hecho)

O demuestras que el sistema de Twitter ha fallado contigo. Y eso es lo que te estoy rebatiendo. Que no falló en tu caso.

Respuesta (PM)

Joder, Marod no estás más que repitiendo lo que ya has dicho, y ya esá contestado. Y te inventas la mitad de lo que dices. Ya te he puesto antes lo que alega Twitter, pero te lo repito con más detalle. No tiene nada que ver con «lesiones al honor e imagen de las personas». Dicen:

incumple los Términos de servicio de Twitter; específicamente, las Reglas de Twitter que prohíben participar en situaciones de abuso dirigido a personas o grupos específicos.

A fin de garantizar que las personas se sientan seguras para expresar opiniones y creencias diversas, no toleramos comportamientos que ingresen en el ámbito del abuso. Esto incluye acoso, intimidación, o uso del miedo para silenciar la voz de un individuo.

¿De verdad te lo tengo que explicar? ¿No sabes que el subni, y los anteriores que menciona Galicia Bilingüe (los que muerden si dices «Sanjenjo»), están, exactamente, practicando el acoso para para silenciar la voz de una opinión? El sunto no tiene nada que ver con el honor y la imagen de GB (o de nadie) , y tiene todo que ver con el totalitarismo: aquí sólo cabe mi opinión; las demás opiniones no pintan nada en Galicia y se tienen que ir fuera. Esto es no sólo intentar suprimir una opinión, sino incitar a la violencia contra ella: ¡No pintas nada aquí, fuera, fuera! Violencia que Galicia Bilingüe padece y sigue padeciendo en la calle. Son, por así decir, «agredidos habituales».

Y aquí es donde viene a cuento lo de «pregunta a los judíos». Podría haber servido lo mismo decir «negros» (en EEUU, en su momento), o cualquier otro colectivo que goce de la condición de «agredido habitual». Y todos te dirán lo mismo: siempre empieza con un «tú no pintas nada aquí, vete fuera». Tu opinión (etnia, condición, ideología) no pinta nada aquí. Esa es, exactamente, la piedra sobre la que pivota toda violencia social contra un colectivo. Y da lo mismo que sean homosexuales, judíos, rojos, negros, herejes, creyentes, Galicia Bilingüe, o lo que sea. El esquema no cambia: no pintas nada aquí, lárgate.

Que esto no lo sepa o entienda un niño becario basura de Twitter, tiene (más o menos) disculpa. Es un fallo digamos social, de la educación que se imparte. Que haya que explicártelo a ti, no tiene justificación alguna. Se te supone una educación y una cultura más que suficiente.

A partir de ahí, el argumento circula sólo. No he intentado silenciar ninguna opinión pero sí criticar / ofender una práctica política enferma; el totalitarismo. Me he limitado a ponerle un espejo al acosador, que sí está intentando silenciar una opinión. Para que vea, sobre sí mismo, lo que hace a los demás. Vete fuera tú; lo mismo que tú mandas fuera a los demás; y vete a la mierda, lo mismo que tú propones que los demás aguanten vuestras agresiones.

Pero tal vez lo puedas intenar entender si cambias de «agredido habitual». Imagina que en vez de uno no popular para el kindergarten, se tratara de uno de sus casos favoritos. Y ahora imagina este «tuit»:

Oye, ¿si no te gusta la moral cristiana, qué narices pintas aquí, en Europa? Te lo voy a decir de forma simple: coge la puerta y lárgate de aquí.

Y ahora ten los cojones de decirme, Marod, que ese «tuit», no está intentando precisamente silenciar una opinón, y fomentar la violencia hacia un colectivo. Y que crees que Twitter hubiera reaccionado igual, suspendiendo al que critica / ofende al islamófobo, en lugar de al islamófobo. Pues no tienes más que cambiar islamófobo por fascista / totalitario, que se usan ambos tanto como términos técnicos, como insultos habituales. ¿Lo entiendes ahora, o tampoco?

Te pongo, de Wikipedia, la esencia del totalitarismo. Por ejemplo, su diferencia con simplemente «dictadura» o «autoriarismo» [–>]. Lo plantean de forma bastante razonable.

Los regímenes totalitarios son distintos de los autoritarios. Estos últimos denotan un estado en el que quien ostenta el poder político, lo monopoliza. Pero no intenta cambiar el mundo ni la naturaleza humana. En contraste, el régimen totalitario penetra hasta las raíces más profundas de la estructura social, y busca controlar los pensamientos y acciones de los ciudadanos.

Por ejemplo, que digan Sanxenxo en lugar de Sanjenjo. Por ejemplo, que no imponer el gallego es atacar el gallego. Por eso lo de totalitario fascista es una descripción técnica en este caso. Obvio para cualquiera, menos para el kindergarten.

Y un último apunte, que tampoco debeía haber hecho falta:

El beneficio de denunciar primero (como un duelo en OK Corral) fomenta el fanatismo político porque son, obviamente, los fanáticos quienes quieren acallar las voces disonantes.

No. Son los más motivados los que deuncian. El fanatismo es la mayor motivación que existe en política. Vaya, fanatismo y exceso de motivación son lo mismo. Y el beneficio al fanático por «disparar primero», y aplicar un sistema basura (cero pensamiento o consideración), es obvio. Se lo expliqué muy claro a Twitter, y de una forma que no pensé que tú necesitaras (alucino):

Quien agrede y trata de silenciar es el otro. Y peor, está tratando de incitar a la violencia. Imagina que le digan a un musulmán:

Oye, ¿si no te gusta la moral cristiana, qué narices pintas aquí, en Europa? Te lo voy a decir de forma simple: coge la puerta y lárgate de aquí.

¿Qué hubiera hecho Twitter? Pues es el mismo caso. Literal:

fanatico-2

Pero yo creo que Twitter ni siquiera lee las alegaciones, salvo que alguien muy conocido meta mucho ruido en el sistema. Y las leen después del ruido; la primera respuesta es siempre automática, de máquina, y sin responder jamás a la alegación. Ya son demasiados casos conocidos. Pero sólo son conocidos los de gente muy conocida. La punta del iceberg.

Añado. Manda cojones que Marod no distinga entre dos imperativos muy distintos: No hagas X / no pienses X. Pues es una de las claves de la democracia liberal, señor aficionado al constitucionalismo.

Para la discusión:

rae-sangenjo

Esta es típica de Twitter. Un fanático acosador, anónimo, que ya explica gráficamente desde su avatar que se trata de un fanático acosador …

fanatico

… prentende expulsar a Galicia Bilingüe de su propia tierra. ¡Por las opiniones de GB!

fanatico-2

Por supuesto, a Galicia Bilingüe no es que no le guste el gallego, aunque estaría en su pleno derecho tener el gusto que sea por la lengua que sea. No, simplemente usa topónimos en español cuando habla español.

talibancinhos

Salvo para los probalemente inmaduros (millenials) curritos de Twitter, expulsar de su tierra a los que no comparten tu opinión es el síntoma más claro que puede haber de fascismo / totalitarismo. Es una de las prácticas más características de Mussolini o Franco, por no hablar de Hitler. Los que no piensan adecuadamente no son verdaderos italianos (españoles, alemanes), y lo mejor es que se vayan con viento fresco.

¿Es muy exagerado indicarle al amable fascista acosador que está haciendo fascismo? ¿Y hacerlo con el tono de enfado que se merece? El «tuit» ya no se puede ver, pero rezaba:

– «Querido fascista totalitario: vete tú si te peta, o métete un dedo en el agujero del culo, y silba.»

Y tampoco es que el niño se corte, y a su vez contesta:

fanatico-3

Hasta aquí todo normal; como la vida misma. Las personas adultas intercambian exabruptos cuando toca, sin mayores problemas. Y luego sigue cada cual a lo suyo. Pero los fanáticos no; como infantiloides que son, necesitan silenciar la discrepancia. No la pueden soportar. Y denuncian la cuenta que les molesta. Con gran ventaja, porque lo que nunca hace Twitter es seguir el hilo del asunto para ver de dónde viene. Ni, por supuesto, pensar: joder, que el nota este le estaba expusando a Galicia Bilingüe de su propia tierra. ¿Quién está acosando aquí a quién? No importa, Twitter suspende automáticamente la cuenta de quien reacciona al acosador.

También es muy probable que, por un mero asunto generacional, el currito inmaduro de Twitter simpatice automáticamente con quien exhibe puños en alto, y lacitos etno-nacionalistas. Que como todo el mundo sabe, son conocidos símbolos de paz y armonía universal, en absoluto proclives a acosar y expulsar a los demás.

En resumen, la política de Twitter favorece el fanatismo. Vaya, le pone una autopista. Y por eso es Twitter como es, en gran medida. Twittergarten.

Repasemos la jugada:

Esto supone cuenta no suspendida:

fanatico-2

Esto también supone cuenta no suspendida:

fanatico-3

Pero esto sí supone cuenta suspendida:

– «Querido fascista totalitario: vete tú si te peta, o métete un dedo en el agujero del culo, y silba.»

Se llama Twitter.

Nota: todas las tomas de pantalla de «tuits» son clicables, y llevan al original.

 

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A través de anécdota más o menos curiosa (la mitad de los mensajes misóginos en Twitter vienen de mujeres), podemos ver la filosofía con la que quieren regular el problema los gestores de la red.

La solución de sentido común en las redes sociales sobre la publicación de comentarios sería no decir nunca algo que no le dirías a la otra persona a la cara, pero esta regla simple parece ser ignorada regularmente.

Yo no creo que lo de «a la cara» resuelva mucho la situación. O la defina. ¿Cuenta como «a la cara» lo que le dice la peña a los árbitros en los partidos de fútbol? No parece. ¿Cuenta como «a la cara» lo que le dice el marido farruco y fuera de sus casillas a su mujer, o viceversa? Tampoco parece. ¿O lo que se puede decir desde la ventanilla de un tren en marcha a los que estén en el andén? Tampoco. Parece que hay un problema; «a la cara» no tiene mucha especificación.

¿Se refieren a algo formal, como un debate académico? Seguro que tampoco; eso no tendría una avalancha de clientes. Y por otra parte, hay muuuchas cosas que uno diría (y dice) a la cara sin el menor problema, incluso en el más formal debate de cuerpo presente que se pueda imaginar, y que sin embargo hay gente en Twitter que no lo puede soportar.

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Acto seguido, el bloqueo. Para que no haya lugar a una respuesta, o un debate.

Así que lo de «a la cara» no resuelve nada, aun en la más teresiana de las circunstancias.  ¿Por qué no le iba a recordar a Hermann Tertsch, a la cara, que nunca está a favor de la transparencia cuando no le conviene a sus gustos o fobias particulares? ¿Cuál sería el problema?

En realidad se trata de un asunto moral, o de moralidad. Entendida como código de conducta. Y Twitter a ese respecto no es «una red social», sino una de un tipo muy especial. Por su dinámica. No hace falta que dos usuarios se pongan de acuerdo en interactuar, como es por ejemplo Facebook — si no me equivoco. Le «sigues» y le «hablas» a otro sin su permiso previo. Y eso, a nivel global.

Una circunstancia completamente novedosa en la historia de la humanidad. Sí, es verdad que normalmente  interactuamos con otra gente sin permiso y sin conocernos. Por ejemplo en la calle, o en un bar. Pero la calle y el bar están dentro de una sociedad, que tiene sus códigos (todas tienen). Aún así hay bares de algunas zonas en los que hay mucha gente que no entraría. Pero sí sabe de antemano que no entraría. Vaya, que dentro de una sociedad, mal que bien, sabemos movernos y sabemos lo que se puede esperar. Y lo que otros pueden esperar de nosotros. Es lo que hace que sea una sociedad, y no un agregado amorfo de fulanos.

Pues bien, Twitter, por su propia dinámica, es una no-sociedad. Y yo creo que esa es buena parte de su gracia. También es un experimento formidable. Sus gestores tienen, que yo vea, dos soluciones. O convertirla en una sociedad con su código, eligiendo cualquiera de los muchos que hay; o dejar que siga el experimento. En el primer caso se trataría de implementar con contundencia una moralidad clara. Probablemente la idea de la moralidad que pueda tener, por ejemplo, Noam Chomsky. Y entonces, en vez de no decirle a Hermann Tertsch lo que no le dirías a la cara, se trataría de no decirle lo que no le diría Chomsky. Es un plan. También es un coñazo. Y a Tertsch no le serviría de nada. La alternativa, seguir con el experimento, es interesante. Twitter es interesante. De momento.

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