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Luis Bouza-Brey

 

Hoy deseo inaugurar una nueva forma de participación en Plaza Moyúa que viene a cerrar, en cierta medida, mi alejamiento de año y medio del Ruedo Ibérico, cuando el hartazgo con respecto a la situación de estancamiento político y la desesperanza de que se activaran soluciones a la parálisis y el derrumbe del sistema de libertades, me llevaron a tomarme unas «vacaciones bananeras» y, posteriormente, a hibernar mi página web y suspender mi participación cotidiana en este blog.
Desde entonces ha pasado el tiempo, y aunque mi sensación de desasosiego y hartazgo sigue viva, el deterioro de la vida política, la parálisis y, en consecuencia, la urgencia de la necesidad de que se vuelva a coger el timón del gobierno del país, me llevan a volver a Plaza Moyúa y a la participación en el Ruedo Ibérico, aunque con poca confianza en que ello sirva para algo más que para expresarme.
Por eso deseo inaugurar esta sección de «COUSAS», en la que, de vez en cuando, traeré al blog artículos de opinión que me parezcan significativos y relevantes para la reflexión y el debate.
Junto a ello, estoy incrementando mi participación en FACEBOOK, que me sirve para detectar corrientes de opinión y aportar mis ideas a un sector amplio de la opinión pública.
Por lo que respecta a mi pàgina web de «Comentarios de actualidad política», todavía tengo que decidir su status futuro.

Hoy, el tema que deseo aportar a esta sección es el del fin de época que estamos viviendo. Un fin de època que afecta al régimen del 78, a la Unión Europea, y a la política internacional.

UN ESQUEMA ANALÍTICO

Por lo que respecta a nuestro país, y al análisis político general, suelo utilizar dos conceptos teóricos que creo resultan útiles para la percepción de la realidad: el concepto de sistema político es el más genérico, y hace referencia a las variables básicas de la vida política, como son los problemas de la vida social (económicos, sociales, culturales e internacionales), las corrientes culturales y de opinión emergentes y dominantes en la sociedad, los actores sociales y políticos que interactúan en ella, los equilibrios y formas de interacción entre estos actores, y la situación general de cooperación y conflicto resultante de todas estas variables.
El concepto de régimen político lo utilizo para hacer referencia a las estructuras y normas más formales e institucionalizadas de la vida política, como la Constitución y las leyes básicas, las organizaciones sociales y políticas (grupos de interés, partidos políticos), el régimen electoral, y las instituciones centrales y periféricas del Estado.
La combinación de los conceptos teóricos de sistema y régimen político permite percibir la dinámica del cambio político y anticipar sus posibles direcciones: cuando los elementos del sistema cambian, el régimen tiene que adaptarse o sucumbir, mediante las formas del cambio conocidas de la Reforma, la Revolución o el Golpe de Estado.

UNA CRISIS MULTIDIMENSIONAL

La tarea esencial de los politólogos consiste precisamente en anticipar, prever y orientar el cambio político, y por eso deseaba aportar hoy estos criterios metódicos, antes de entrar en el fondo de la cuestión que hoy me parece relevante, la del fin de época en España, la Unión Europea y las Relaciones Internacionales.
Para entrar en materia traigo al blog diversos artículos que plantean directa o indirectamente esta cuestión: Zarzalejos y la crisis política del país y la función de Ciudadanos; Esteban Hernández y la crisis de la clase media que constituye la base social del sistema político español y del régimen del 78; y Manjón y el anàlisis de la crisis económica de la Unión Europea.
Hubiera deseado aportar algún artículo más sobre la crisis general e institucional de Europa y sobre el cambio de las relaciones internacionales, pero no dispongo en estos momentos de esta información a mano, y la dejo para más adelante.
Acabo esta larga introducción con la tesis de que el cambio impulsado por la globaluzación en las relaciones internacionales, con sus potencias emergentes y decadentes, la crisis económica de los últimos años, la parálisis institucional de la Unión Europea, y los efectos de la crisis económica sobre el sistema político español, así como el estancamiento y corrupción del régimen del 78, están abriendo, después de cuarenta años de la muerte de Franco y el comienzo de la transición, un nuevo período en la Historia de España cuyos rasgos definitorios sólo se pueden entrever, de momento.
¿Cuál es el modelo de salida de la crisis del régimen, el modelo de «Podemos» o el de «Ciudadanos»; el modelo revolucionario, o el reformista?
¿Serán capaces, alternativamente, el PP y/o el PSOE de coger el timón de una vez y dirigir la salida de la crisis?¿o su parálisis y ceguera nos llevará al derrumbe, la balcanización y el Estado fallido?
Creo que estas son las preguntas a hacerse. Les dejo con algunas propuestas de análisis. Vean los artículos mencionados:

JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS: «Un precio destructivo»
en «El Confidencial» del 13-12-14

ESTEBAN HERNÁNDEZ: «El problema de la clase media: por qué nadie planta cara a Podemos»
en «El Confidencial» del 17-12-14.

JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS: «Albert Rivera y los electores huérfanos»

en «El Confidencial» del 16-12-14.

 

LUIS MARIANO MORENO ECIJA, Carta al Director de «El País » del 29-9-14: «Europa nunca saldrá de esta crisis»

PEDRO L. MANJÓN, en «R.T.V.E.ES» del 8-5-14:
«Cinco años de crisis que pusieron en jaque la supervivencia del euro»

 

HUMANIDAD, CONCIENCIA Y LIBERTAD

 

Luis Bouza-Brey, 12-9-14

 

 

Se encuentra uno, a veces, con eslabones de ideas que desencadenan una corriente de hipótesis que van surcando la oscuridad en busca de sentido. Eso me ha sucedido hoy, doce de septiembre, con un artículo de Javier Reverte en la tercera de «ABC» denominado «El Mal», que insertaré a continuación, una vez hecho el relato de la corriente de ideas emergentes de él:

Estoy convencido de que es ley del Cosmos que de él surjan vida y conciencia, vida consciente, materia que se reproduce a sí misma y de la que brota la búsqueda del sentido de sí misma y de todo.

Y estoy convencido de que ello es resultado de que el fondo del Cosmos es Conciencia, de la que brota esa vida consciente que constituye la expresión minúscula y refleja de esa inmensa corriente de Consciencia que da sentido a a Todo.

Por eso concibo al ser humano como un sujeto cuya naturaleza esencial es la búsqueda del conocimiento que le permita encontrar y dar sentido a su ser, y orientar su conducta hacia la superación de las coerciones del mundo material y social, que redunde en el incremento de su capacidad de elegir el curso de su vida. La naturaleza del ser humano, en mi opinión, es la de ser vida consciente que se esfuerza por alcanzar una libertad creciente. Conciencia y Libertad constituyen la esencia del ser humano. Conciencia y libertad aleatorias, pero que constituyen arquetipos teleológicos del ser humano, por los que tiene que trabajar en un proceso de esfuerzo material y reflexión intelectual que no tienen fin.

A esta tesis fundamental podrían añadírsele reflexiones colaterales sobre la reencarnación individual o el aprendizaje colectivo e histórico de la Especie, pero no es este el momento de emprenderlas.

En este marco conceptual encaja adecuadamente la inserción de una ética «ilustrada», por concepciones religiosas o laicas que intenten encontrar sentido a la vida humana. Pero surge permanentemente el problema intelectual de sintonizar equilibradamente las coerciones materiales, sociales y de sentido, derivadas de las diferentes dimensiones del ser humano, y los problemas del ajuste mayor o menor, o del desajuste, entre estas exigencias.

Para finalizar este breve pero intenso apunte, quisiera señalar la relación entre estas ideas anteriormente apuntadas y el problema de la erosión de la «ética» apuntado por Reverte:

Estamos viviendo una época de crisis general, de cambio de paradigma, en el que la globalización distorsiona todos los elementos de la realidad: dimensiones del ser humano, estructuras, organizaciones, comportamientos e ideas; y este cambio de paradigma, esta crisis global, degrada, corrompe, desorienta y envilece al ser humano, que tiene que renovar e intensificar esfuerzos en su búsqueda permanente de sentido, dirección y supervivencia.

 

A veces rompo la pauta autoimpuesta y respetuosa de no publicar artículos de «ABC» antes de que el propio periódico los abra al conocimiento en abierto. Lo hago cuando creo que la importancia de lo publicado es excepcional. Y este creo que es el caso del artículo de Javier Reverte publicado hoy, 12-9-2014 en «La Tercera» de «ABC».

Artículo que inserto íntegramente a continuación, a la espera de que, a lo largo del día, se pueda sustituir por un «enlace» que nos lleve a èl.

 

EL MAL

POR JA­VIER RE­VER­TE, PE­RIO­DIS­TA Y ES­CRI­TOR, ‘ABC’ – 2014-09-12

«Na­die, a es­tas al­tu­ras, ni si­quie­ra la au­to­pro­cla­ma­da iz­quier­da, po­ne en cues­tión a un ca­pi­ta­lis­mo que as­pi­ra a en­ri­que­cer­se a ba­se de in­ge­nio, de diá­lo­go y de ries­go per­so­nal. Pe­ro ca­si to­dos de­tes­ta­mos ese ca­pi­ta­lis­mo que pre­ten­de con­ver­tir­nos a la mayoría de los humanos en esclavos.

 

JEAN-Paul Sartre era una mente luminosa, dotada de una excepcional capacidad analítica, que sin embargo se equivocó muy a menudo. Y en especial, en los aspectos morales de su filosofía política. En cierta ocasión admitió, quejumbroso, su incapacidad para dotar a su pensamiento de una dimensión ética. Y extendió ese fracaso a la generalidad de los pensadores surgidos de las ruinas de la II Guerra Mundial. Se equivocaba otra vez, o quizás mentía, porque a su lado, pero en su disidencia, crecía una figura de indudable talante moral, Albert Camus, tachado de esteticista por los pensadores progresistas franceses de su tiempo.

Ahora nos hemos acostumbrado a caminar desnudos de ética y son pocos aquellos de nuestros pensadores que buscan en estos tiempos dotar de un sentido moral a la historia, como si dieran por buena la visión de Macbeth: «La vida es una historia narrada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa». Parece que ya no creemos en la redención y que hemos renunciado a la construcción de un mundo mejor, algo que ha sido una constante en el esfuerzo de los hombres a lo largo de los siglos, o por lo menos de unos cuantos: los pensadores. Y el hombre, si renuncia a la redención, es un animal herido.

Digo esto, no sólo porque me asuste ver el crecimiento de la corrupción, contemplar cómo la avaricia de los poderes financieros se ha desbocado sin que nadie sepa cómo ponerle el freno, sentir el desánimo palpitante de una sociedad que no ve salida a la crisis económica y moral…, no es eso sólo. Me asusta más darme cuenta de la resignación con que aceptamos convivir con ello y la naturalidad y el conformismo con que se abren paso nuestros sentimientos de derrota.

El mal y el delito se han hecho costumbre y convertido en hábitos; los malvados ya no se esconden, los estafadores sonríen a las cámaras de los fotógrafos, el que no se enriquece por los medios que sea es que es tonto –lo dijo tal cual un socialista en tiempos de Felipe González, el entonces ministro de economía Carlos Solchaga– y el caso Pujol no lo juzgamos como una catástrofe de la democracia, sino que lo contemplamos a veces como la habilidad de un golfo lo suficientemente listo como para construirse una biografía de patriota ejemplar. Resulta curioso que esa catástrofe ética e institucional le produzca al actual «president» de la Generalitat, en sus propias palabras, solamente «pena, tristeza, lamento y decepción». ¿Nada más que eso, señor Mas? ¿No le irrita, no le dan ganas de escupir al muy honorable, no siente deseos de abofetear hasta que le duelan las manos al hombre que enfangó el prestigio de Cataluña y el de todas las instituciones democráticas? Pujol no era sólo un político de relumbrón, sino el abanderado de la dignidad de su pueblo y de la defensa del imperio de las leyes. Ahora hemos visto que esa bandera era tan sólo un capote para protegerse del toro de la justicia.

Por otra parte, he visto imágenes muy penosas estas semanas en los periódicos, a las que podría poner como ejemplo de la indiferencia con que nuestra sociedad contempla el derrumbe de la moral pública. Citaré una sola, no obstante: la de Carlos Fabra, el antiguo presidente del PP de Castellón, saliendo chulesco de la Ciudad de la Justicia, mientras un agente de Guardia Civil, en la puerta de los juzgados, le estrecha la mano con gesto sonriente. ¿La ley se cuadra ante el corrupto?

Yo veo el delito financiero como una de las caras del mal, cuya raíz no es otra que la ausencia de una dimensión ética en el mundo de hoy, de una ética, por supuesto, laica. Me puedo imaginar una alegre reunión de Pujol y señora con sus «pujolitos», bajo el árbol de la Navidad familiar, planeando cómo se van a enriquecer usando de sus influencias y de su gran amor a Cataluña. Y mientras los niños cantan «Campana sobre campana» y abren los paquetes con los regalos, imagino el rostro enternecido del abuelete que ha sido capaz de construir una familia unida sobre una montaña de monedas de oro, protegida por la campana de «su» Cataluña. Si yo tuviera talento como dibujante, pintaría a Pujol como un tío Gilito con barretina.

En estos días, uno añora la Europa del siglo XVIII, la Europa de las luces de la Ilustración, rayos de luminosidad que hoy nos quieren arrebatar congregaciones intransigentes en el interior de la Iglesia católica –menos mal que ha venido el Papa Francisco a poner orden–, movimientos políticos repulsivos de signo xenófobo que recuerdan los principios ideológicos del nazismo y un avariento y enloquecido sistema financiero. Vale recordar lo que decía, en 1997, Rüdiger Safranski en su magnífico libro «El Mal»: «Las catástrofes del siglo XX nos han impartido una lección, a saber: que el poder económico ha de equilibrarse con el poder político». Habría que añadir hoy que el poder político precisa equilibrarse con el poder de una ética y una justicia vigorosas.

Hace un par de décadas, el director de cine galés Peter Greenaway proclamaba con euforia: «Nos hemos deshecho de Dios, de Satán y de Freud. ¡Por fin estamos completamente solos en la historia de la humanidad!». Vale. Pero no hemos sabido deshacernos del poder del dinero ni construir una moral que controle los instintos de los más ricos.

Nadie, a estas alturas, ni siquiera la autoproclamada izquierda, pone en cuestión a un capitalismo que aspira a enriquecerse a base de ingenio, de diálogo y de riesgo personal. Pero casi todos detestamos ese capitalismo que pretende convertirnos a la mayoría de los humanos en esclavos. Fracasados los políticos por embridar a los poderes financieros, es la hora de los pensadores audaces.

En el Renacimiento, hartos de un Medievo en sombras, los hombres miraron hacia la Grecia clásica para reinventarse. ¿No será ahora la ocasión de girar la cabeza hacia los principios de la Ilustración para reconstruir una suerte de despotismo democrático?

El vídeo ha salido hasta en la BBC. ¿Pretenden convencernos con humor? ¿Que nos riamos de la autoridad, pero que no nos olvidemos de pensar que si hace mucho frío eso es síntoma de calentamiento global, o que tal vez lo hay en otro sitio?

From the Wilderness necesita colaboración para traducir la transctipción un vídeo [–>] y subtitularlo en castellano. Son 1.700 palabras, a repartir entre los que seamos.

Trata sobre el escándalo del Climategate, del que se cumple un año, y explica que todo sigue pendiente. Es muy instructivo, y parece interesante traducirlo.

El texto es este, pero que nadie se lance antes de que queda claro qué parte va a hacer, para que nadie doble el trabajo. Yo podré esta noche.

This week marks the one year anniversary of the release of emails and documents
from the Climatic Research Unit at the University of East Anglia
that we now know as Climategate. 

Sitting here now, one year later, it’s becoming difficult to remember the importance
of that release of information, or even what information was actually released.

Many were only introduced to the scandal through commentary in the blogosphere
and many more came to know about it only weeks later, after the establishment media
had a chance to assess the damage and fine tune the spin that would help allay
their audience’s concern that something important had just happened.
Very few have actually bothered to read the emails and documents for themselves.

Few have browsed the “Harry Read Me” file, the electronic notes of a harried programmer
trying to make sense of the CRU’s databases.
They have never read for themselves how temperatures in the database were
“artificially adjusted to look closer to the real temperatures”
or the “hundreds if not thousands of dummy stations” which somehow ended up in the database,
or how the exasperated programmer resorts to expletives before admitting he made up key data
on weather stations because it was impossible to tell what data was coming from what sources.

Few have read the 2005 email from Climategate ringleader and CRU head Phil Jones
to John Christy where he states
“The scientific community would come down on me in no uncertain terms if I said the world
had cooled from 1998. OK it has but it is only 7 years of data and it isn’t statistically significant.”
Or where he concludes: “As you know, I’m not political. If anything, I would like to see
the climate change happen, so the science could be proved right, regardless of the consequences.
This isn’t being political, it is being selfish.”

Or the email where he broke the law by asking Michael Mann of “hockey stick” fame to delete
a series of emails related to a Freedom of Information request he had just received.

Or the email where he wrote:
“If they ever hear there is a Freedom of Information Act now in the UK,
I think I’ll delete the file rather than send to anyone.
We also have a data protection act, which I will hide behind.

Or the other emails where these men of science say they will re-define
the peer review process itself in order to keep differing view points out
of the scientific literature, or where they discuss ousting a suspected skeptic out
of his editorial position in a key scientific journal, or where they fret about
how to hide the divergence in temperature proxy records from observed temperatures,
or where they openly discuss the complete lack of warming over the last decade
or any of the thousands of other emails and documents exposing a laundry list
of gross scientific and academic abuses.

Of course, the alarmists continue to argue—as they have ever since they first began
to acknowledge the scandal—that climategate is insignificant.
Without addressing any of the issues or specific emails, they simply point to the
“independent investigations” that they say have vindicated the climategate scientists.

Like the UK parliamentary committee, which issued a report claiming that Phil Jones
and the CRU’s scientific credibility remained intact after a rigorous one day hearing
which featured no testimony from any skeptic or dissenting voice.
After the release of the report, the committee stressed that the report did not address
all of the issues raised by climategate and Phil Willis, the committee chairman admitted
that the committee had rushed to put out a report before the British election.

Or the Oxburgh inquiry, chaired by Lord Ron Oxburgh, the UK Vice Chair of Globe International,
an NGO-funded climate change legislation lobby group.
The Oxburgh inquiry released a five page report after having reviewed 11 scientific papers
unrelated to the climategate scandal that had been hand-picked by Phil Jones himself.
It heard no testimony or evidence from anyone critical of the CRU.
Unsurprisingly, it found the climategaters not guilty of academic misconduct.

Regardless of what one thinks of the veracity or independence of these so-called investigations
into the climategate scandal itself, what has followed has been a catastrophic meltdown
of the supposedly united front of scientific opinion
that manmade CO2 is causing catastrophic global warming.

In late November of 2009, just days after the initial release of the climategate emails,
the University of East Anglia was in the hotseat again.
The CRU was forced to admit they had thrown away most of the raw data that
their global temperature calculations were based upon, meaning their work
was not reproducible by any outside scientists.

In December of that year, the UN’s Copenhagen climate talks broke down
when a negotiating document was leaked showing that–contrary to all prÑit would be
the third world nations bearing the brunt of a new international climate treaty,
with punishing restrictions on carbon emissions that would prevent them from ever industrializing.
The document, written by industrialized nations, allowed the first world
to emit twice as much carbon per person as the third world, and was widely seen
as an implementation of a eugenical austerity program under a “green” cover.
This agenda was further exposed by the influential Optimum Population Trust in the UK,
which began arguing that same month that rich westerners offset their carbon footprints
by funding programs to stop black people from breeding.

In January 2010, the United Nations’ much-lauded Intergovernmental Panel on Climate Change
began to fall apart as error after error began to emerge in this supposedly unassailable
peer-reviewed, scientific document asserting human causation of catastrophic climate change.
That month it was revealed that a passing comment to a journalist from an Indian climatologist
that the Himalayan glaciers could melt within 40 years found its way into the
much-touted Intergovernmental Panel on Climate Change’s fourth report on climate change
via a World Wildlife Fund fundraising pamphlet.
When IPCC defenders tried to pass the universally derided prediction off as a legitimate mistake,
the coordinating lead author of that section of the report admitted that the IPCC knew that
the report was based on baseless speculation in a non-peer reviewed work, but included it
because “We thought that if we can highlight it, it will impact policy-makers and politicians
and encourage them to take some concrete action.”

Later that month, doubt was cast on another claim in the IPCC report, this one that 40%
of the Amazon rainforest was in danger of disappearing due to manmade global warming.
These doubts were confirmed in July when the claim was sourced back to pure,
unverified speculation on the now-defunct website of a Brazilian environmental advocacy group.
Just this month, the exact opposite of the original claim was shown to be the case
when a new study appeared in Science demonstrating that forests in past warming periods
were not decimated but in fact blooming with life,
experiencing a “rapid and distinct increase in plant diversity and origination rates.”

Also in January, the UK Information Commissioner ruled that researchers at the CRU
had broken the law by refusing to comply with Freedom of Information requests,
but that no criminal prosecution would follow because of a statute of limitations
on prosecuting the illegal activity.

In February, the UK Guardian revealed that a key study co-authored by Phil Jones
that purported to show there was no such thing as the well-researched Urban Heat Island effect
was found to have relied on seriously flawed data.
This, according to the Guardian,
led to “apparent attempts to cover up problems with the temperature data.”

In September, John Holdren, the man who had previously advocated adding sterilizing agents
to the water supply to combat the overpopulation problem which he thought would ravage
the Earth by the year 2000, and who currently is the Science czar in the Obama White House,
advocated a name change for global warming to “climate disruption,” further affirming
the theory’s non-scientific status as an unfalsifiable prediction that anything that ever
is due to manmade carbon dioxide.

Later that month, Britain’s prestigious Royal Society rewrote its climate change summary to admit
that the science was infused with uncertainties and that “It is not possible to determine exactly
how much the Earth will warm or exactly how the climate will change in the future…”

In October, a carbon reduction advocacy group called 10:10 released a video to promote its campaign
in which those skeptical about participating in the program are literally blown up.

And just this month, Scientific American, a publication that has been noted for publishing
increasingly alarmist reports about the reality and the dangers of manmade-2 induced global warming,
a poll of its own readers that found over 77 believe natural processes to be the cause
of climate change and almost 80 responded that they would not be willing to pay a single penny
on schemes to “forestall” the supposed effects of supposedly-manmade global warming
(warming that even climategate scientist Phil Jones now admits is no longer taking place).

And this is only the briefest of overviews of the range of information that Climategate.tv
has been tracking over the past year.
The reports undermine the data, its sources, the scientific processes used,
the scientists themselves, and their conclusions.
It shows that the main temperature records that are used to determine the highly-problematic
concept of the global mean temperature are in fact in the hands of scientists like Phil Jones
and James Hansen with a direct stake in the continuation of the alarmist scare.
When these scientists are questioned on the sources of their data they advocate deleting emails
and even deleting data itself.
They admit that key data underlying their calculations has already been deleted.

And yet, with all of this, they have the audacity to continue to suggest
that there is overwhelming concensus on the “science” of global warming.
They call for public debates with skeptics who they invariably accuse of being funded by Big Oil,
and then, when those debates are actually organized, they then back out of those debates.
They then continue to call for the imprisonment of anyone who dares to question this supposed iron-clad .

And now, they are preparing to meet once again.

Next month, the United Nations Framework Convention on Climate Change will descend on Cancun, Mexico,
to once again try to hammer out a globally-binding agreement on the restriction of carbon emissions.
They will once again act as if carbon dioxide is a vile poison and not one of the
essential ingredients of life on this planet.
They will once again pretend that a causal link between carbon dioxide and catastrophic
or unprecedented warming has been established.
They will once again pretend that inflicting severe austerity on the third world
in the name of greening the earth is anything other than eugenics by another name.

This year, though, there will be a difference.
The public at large is another year older, another year wiser,
and less prepared than ever to accept unquestioned the dire assertions of grandstanding politicians
and the scientists they fund that the world is on the brink of imminent destruction.
When they say the science is certain and settled, we will know better.
When they say that this is humanity’s last chance,
we will see them for the Chicken Little’s they have always been.

This is not a call for complacency.
In fact, now that the public is more skeptical than ever about the climategaters
and others of their ilk, the danger of binding international agreements enacted
by unelected institutions and empowering global taxation is at an all-time high.
They are hoping to ram through an agreement that will put the final nail
in the coffin of climate realism before the corpse of the global warming hoax
even has the chance to rot.

We have to speak out against this fraud now, and more loudly than ever.
We must make our voices heard when we assert that science is about honesty,
about openness, about the search for the truth, and that those who reject those principles
will no longer be heeded by a public that has been stretched long past the point of credulity.

Once again the UN-funded scientists and politicians are telling us that the hour is nigh,
and perhaps, for once, they are right.
The end is almost here for those who are trying to establish their global governance
in the name of a scientific fraud.
If we continue to speak out on this issue,
perhaps there will be no UNFCCC conference next year after all.

For if climategate has taught us anything,
it is that just one year can make all the difference.

 

Hoy son las elecciones de media legislatura. Justo en  mitad de los cuatro años de mandato de Obama.  Se renuevan los 435 escaños de Congreso, y 33 de los 100 del senado.

Todo el mundo está de acuerdo en que son unas elecciones especialmente críticas, mucho más importantes que lo normal. Según la izquierda, porque van a decidir si Obama puede llevar adelante los buques insignia de su política: la socialización de la medicina, y la «legislación climática». O el bienestar de todos y la salvación del mundo. Y porque supondrán el éxito o fracaso de un peligroso movimiento de extrema derecha al que hay que pararle los pies. El «Tea Party» [–>].

Según la derecha, porque se discute la esencia de la Constitución de los Estados Unidos, y la esencia de la creación misma de la nación al separarse de la monarquía británica: la defensa de la libertad y los derechos del ciudadano frente a la interveción del estado en su vida. Y porque se discute si el pueblo sigue teniendo intervención en los asuntos de la nación, o delega definitivamente en una élite intelectual que piensa y decide por él.

Son dos enfoques diferentes, pero no son en ningún modo incompatibles. Si la izquierda quiere considerar las propuestas del Tea Party como de extrema derecha, y como terriblemente peligrosas, está en su derecho. Es una forma, a su vez, de situarse políticamente ella misma. Y si ambos coinciden que son las mid term elections más decisivas de varias generaciones, puede que sea verdad. En todo caso no es del todo cierto que la legislación del clima dependa enteramente de estas elecciones. Ya ha sido capada en un porcentaje abrumador, porque gran parte de los candidatos demócratas han tenido que dar marcha atrás vista, la impopularidad de las medidas. Allí, al contrario que aquí, no son Zapatero y Rajoy los que deciden las propuestas políticas de los candidatos, sino cada candidato por su cuenta, a la vista de cómo respira el personal en su circunscripción.

Según la portada de La Vanguardia de ayer, el elemento clave de esta batalla electoral, su factor decisivo, es la financiación de los lobbies energéticos a los «negacionistas». Con eso, según explica Andy Robinson en  LV, se trata de restar apoyos a las políticas de Obama para salvar el mundo:

Es de suponer que alguno de esos «negacionistas» opine que el asunto es al revés; que Obama usa el injustificado miedo climático para conseguir colar una legislación una legislación socialista, y una práctica política elitista. Sin ir más lejos, Roy Spencer:

Curiosamente, para Andy Robinson, «van a llegar a Washington cientos de candidatos que niegan la ciencia».  Así que nos encontramos en unas elecciones donde el corresponsal del la Vanguardia en Nueva York habla en nombre de la ciencia, en contra del jefe científico del equipo que mide la temperatura global con los satélites de la NASA. Sí, si la Vanguardia llega a eso, debe tratarse de una votación clave.

Se dicen muchas mentiras sobre el Tea Party, y La Vanguardia no es la única. Más bien desde El Mundo hasta Público, pasando por El País, la mentira es lo que cuenta. Pero no es tan difícil hay en día enterarse; para eso está la web. Y la idea, según parece, consiste en votar al candidato del partido que sea, que se comprometa con diez puntos. Lo que da la impresión de gente decidida a tomar las riendas de su país, por encima de los políticos. Los puntos:

  1. Protect the Constitution
  2. Reject Cap & Trade
  3. Demand a Balanced Budget
  4. Enact Fundamental Tax Reform
  5. Restore Fiscal Responsibility & Constitutionally Limited Government
  6. End Runaway Government Spending
  7. Defund, Repeal, & Replace Government-run Health Care
  8. Pass an ‘All-of-the-Above” Energy Policy
  9. Stop the Pork
  10. Stop the Tax Hikes

Mientras, en California …

y (pinchar para entender) …

Vamos; como aquí. Por referéndum. Lo que les gusta a Zapatero, Rajoy, Ruby “el veraz”, o a los tampoco elitistas del partido de Rosa Díez – la voz de la gente.

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