Que me perdonen las Bibianas. Hace un tiempo estaba de visita en Atapuerca. Aparte de la muestra de los yacimientos y cuevas, tienen montado un «show» sobre la evolución humana, al aire libre, donde muestran desde cómo fabricaban una bifaz los antiguos homínidos, hasta métodos de tirar una lanza en la caza, o de hacer fuego con con un palito, paja, y una base de madera.

Los guías que hacen las demostraciones son unos estudiantes de la cosa que despliegan gran simpatía y paciencia, aparte de conocimientos. Al final, mientras la gente iba saliendo, estaba charlando yo con uno de los guías cuando se acercaron tres de Bilbao a preguntarle, pero con timidez y por lo bajini:

– Oye, perdona, ¿no es verdad que las mujeres tienen la visión distinta, y mejor vista hacia los costados?

– ¿¿¿Comorrr???

– Sí, hombre, está claro. Esto lo hemos discutido mucho los amigos en los vinos, sin las parientas. Cuando tu mujer te dice que busques algo, nunca lo encuentras, aunque lo tengas delante. Miras en el cajón, la nevera, donde toque, y no está. Y llega ella y, ¡plaf!, ahí está. Y pensamos que es por la caza, que nosostros vemos más ajustado, y que ellas ven como más amplio. ¿Eso no es así?

– Pues no sé, la verdad, nunca lo había oído. Intentaré mirarlo …

Vivimos en un momento tan estúpido que pensar en diferencias entre mujeres y hombres resulta una especie de pecado público. Si se entera la Bibi, te capa. Y no nos paramos a pensar que sería completamente extraordinaria una especie de mamifero en la que no hubiera notables diferencias físicas y de conducta entre los dos sexos.

La observación de aquellos tres potelaris es completamente cierta. Hombres y mujeres buscan las cosas de forma completamente distinta, y las mujeres son muchísimo más eficaces en ello, al menos en el ámbito doméstico. Pero no me parece necesario pensar en una disposición o capacidad diferente en los ojos. Basta con pensar en una atención (o interés) diferente. Y recordar al hombre del paleolítico, que es lo que seguimos siendo, con su división del trabajo: los hombres cazando, y las mujeres buscando bayas y raíces. Sería absurdo pensar que no hayan desarrollado esquemas y especializaciones diferentes para actividades diferentes. A los hombres les interesaría obsesionarse con un rastro y seguirlo hasta el final, muy atentos a todo lo que se mueve. Y luego ser capaces de acertarle con una piedra o una lanza. A las mujeres les interesaría tener un gran control sobre los distintos elementos que configuran un espacio, y distinguir entre unos y otros. Tal vez por eso los hombres tienden a ser más aficionados a jugar con pelotas que se mueven, aunque sea el futbolín, y las mujeres a visitar un millón de tiendas de zapatos, para distinguir hasta la más sutil de las diferencias entre ellos. ¡Y la encuentran, vaya si la encuentran!

Lo siento, Bibi ;).