Maleni


Maleni

Iba a ponerlo en los tomates pero creo que ya va siendo hora de dedicarle un monográfico al asunto.

¿Está siendo Wert un mal ministro o la crisis del sistema se veía venir del lejos?

Ya sé que parezco mezclar las churras con las merinas, lo hago conscientemente, pues una cosa es juzgar la política de un miembro del Gobierno y otra analizar el sistema educativo, no ya en un país, sino en gran parte del planeta. No obstante, me parece que hay un punto de convergencia en los dos asuntos. En efecto, que nuestras aulas masificadas y, necesariamente, basadas en la disciplina y «éstate quieto y callado para no molestar», van a pasar a mejor vida y eso requiere ajustes muy costosos en términos de paro entre el profesorado y agitación subsecuente de los sindicatos y, que este ministro está por desafiar el statu quo y tocar las mingas, me parece un buen punto para los gobiernos de la corrección política a los que estamos acostumbrados. Como ya no encuentro más lazos de conexión entre el ministro y la educación del futuro (yo diría del presente) os dejo un video de uno de mis teóricos preferidos y os animo a que sigáis la conversación. Creo que, a efectos de claridad mental, estaría bien que no hiciéseis como yo, es decir, que empezaséis por diferenciar la actuación del ministro peor valorado del Gobierno, de un lado, y el sistema educativo del futuro (presente), del otro.

Maleni

No sé si estoy en lo cierto pero, últimamente, la Plaza parece un tanto concernida con el «hecho religioso». Creo que no es necesario decir qué me considero yo, pero sí me parece importante recalcar que el asunto me importa. No soy indiferente ante lo que ha ocurrido en el Vaticano a lo largo del último mes y por eso os insto a opinar sobre ello. Algunas de las cuestiones que se me ocurren para iniciar el diálogo son las siguientes:

– si os parece que tiene alguna relevancia el cambio de Papa y en qué sentido se puede notar el cambio;

-si la elección responde a lo que esperabáis o ha supuesto algo de sorpresa;

-qué valor le otorgáis a la religión, si tiene alguno.

Si os parece más fácil ser religioso, por eso de que delegas en otra instancia para «resolver» ciertos problemas, o por el contrario, es más complicado que declararse no creyente…

Yo me mojo con la última. Tradicionalmente, una de las calificaciones para aludir a los católicos que una ha escuchado es que ser creyente supone cierta comodidad. En efecto, la Iglesia católica, a diferencia de las protestantes, no dejan mucho a la libre elección y opinión de los fieles. En las Encíclicas y homilías se aclara bastante en materia de doctrina e incluso de ritos y manera de vivir. De esta forma los fieles son las «ovejas», el rebaño, utilizando una metáfora que se emplea mucho en la letra y en el imaginario católico, mientras que es frecuente que, los sacerdotes y no digamos los obispos, son representados por la imagen del pastor. Parece que la laicización de la sociedad más que contribuir a acabar con ésta imagen, no sé hasta qué punto en la Iglesia se reflexiona sobre ello, se ha producido cierto «abandono» de la creencia. Es decir, más que pelearte con un algo lo que la gente hace es «pasar», vivir al margen de ese algo. A mí me parece una pobreza para la cultura que lo que parezca un logro, la libertad religiosa, consista en realidad en un vacío respecto a la noción de Dios. No pretendo ir a nada que tenga que ver con apología o con proselitismo, yo sé perfectamente que las luchas religiosas en mi continente se han saldado con la conquista de la libertad religiosa, pero me produce cierta tristeza que ello sea a consta de «ignorar» el hecho.

En efecto, a poco observadores que seamos no podemos dejar de lado lo que significa la religión en otras culturas y continentes. No me conformo, a diferencia de otras personas, diciendo que ellos están más retrasados que nosotros. Como si, impepinablemente, su derivación vaya a ser la misma que la nuestra. Lo que me parece positivo en nuestra evolución, la libertad y tolerancia religiosa, no obvia que incurrimos en una carencia, el deseo de conocer a Dios, de buscar la espiritualidad. Si me permitís la metáfora asumimos que queremos vivir sin probar una gota de líquido por el hecho de que algún día beber nos produjo una resaca fatal.  Y no puedo dejar de ver que esto se salda con una comodidad añadida a eso que llamaba «carencia». Cuando tratas de conocer más en lo que a la espiritualidad y creencia se refiere no te imbuyes de un tocho de mandamientos, sino de un deseo de penetrar en una trascendencia mayor. Por ello estoy en condiciones de decir, que es una simplicidad afirmar que el creyente es un ser humano cómodo que delega en otros una parte de sus preguntas. Muy al contrario, el creyente tiene muchas más preguntas, cuantitativa y cualitativamente, a las que dar respuesta.

El Correo (14/10/12). Vía, para la Libertad [–>] y Maleni [–>].

J.M. Ruiz Soroa

Una de las reivindicaciones más fundada y razonable de los movimientos sociales de base conectados al 15-M es la de que los votos en blanco lleguen a estar efectivamente representados en la escena parlamentaria mediante escaños en blanco, o ‘escaños transparentes’. Hasta uno de los padres de la Constitución, como es Miguel Roca, la ha patrocinado. Y un filósofo político experto en sistemas electorales y representación como Jorge Urdánoz le ha dedicado profunda reflexión, de la que recogemos aquí las ideas básicas.

En nuestro actual sistema electoral el voto en blanco se computa pero no se representa. Son computados como votos válidos el día del recuento de resultados, pero a partir de ese momento son ignorados a todos los efectos, de manera que en la práctica no hay ninguna diferencia entre no votar (abstenerse) y votar en blanco. Y esto no es ni legítimo ni congruente con los principios de la representación democrática.

En efecto, el elector que se molesta en acudir a las urnas para manifestar expresamente que ninguna de las opciones electorales que se le presentan merece su voto y, consiguientemente, vota en blanco, es un ciudadano que expresa patentemente su afección y respaldo al sistema democrático (se preocupa de dejar constancia de su opinión y voluntad). No es desinteresado o desafecto para con el sistema en sí, sino sólo para con las ofertas partidarias que se le proponen, porque expresa una crítica radical para con esas ofertas. Siendo esto así, no existe razón alguna para que esos electores no sean representados de manera congruente con su opción, es decir, mediante escaños que se mantengan desocupados permanentemente en la institución representativa de que se trate durante toda la duración de la legislatura: el voto en blanco quiere y debe traducirse en un escaño en blanco.

El escaño en blanco, permanente vacío, además de representar a quienes han querido manifestar expresamente su rechazo a los demás partidos en liza, serviría como recordatorio permanente para los partidos políticos de que sus ofertas son insuficientes, o su modo de hacer política inadecuado. De que hay un sector de la ciudadanía que sigue estando interesado, muy interesado, por la política (hasta el punto de que opta por una costosa elección propia) pero que rechaza el partidismo exacerbado o la falta de ofertas significativas. El escaño o escaños en blanco expresa una demanda de cambio en la oferta política y hace al sistema más dinámico por el mero hecho de estar presente. En último término, el escaño vacío hace más fiel y exacta la representación política, si la entendemos en su faceta descriptiva: el Parlamento es una foto de la sociedad, luego en esa foto deben estar todos los integrantes de ella.

La reivindicación de los escaños en blanco concita hoy por hoy la unánime animadversión de todos los partidos políticos, que sólo en esto parecen estar de acuerdo: izquierda o derecha, nacionalista o no, revolucionario o conservador, los partidos se oponen a la representación efectiva de los votos en blanco. Porque es un torpedo en su misma línea de flotación, porque desvelaría de manera estridente su insuficiencia. Sólo por ello, merecería ya atención la nueva propuesta, porque es legítima, es legal y es crítica.

En estas elecciones vascas y gallegas y en las próximas catalanas se presenta una opción de voto que se denomina precisamente así (‘Escaños en blanco’) y que propone una manera de poder hacer efectivo desde ya el principio de representación del voto en cuestión. De manera que se compromete expresamente a dejar sin ocupar el escaño que obtenga con esos votos, no tomando posesión del acta correspondiente. Es una manera de hacer visible la reivindicación básica de este movimiento.

Vivimos momentos de desafección y alejamiento de la política representativa de un elevado número de ciudadanos, lo que abre la puerta a movimientos de tinte populista o antipolíticos que se atribuyen con facilidad la representación de ese sector, sobre todo en la calle. El voto a ‘Escaños en blanco’ puede recoger lo mejor de esa inquietud, que no es tanto alejamiento de la política en sí misma, como crítica con una concreta manera de hacer política que se ha instalado perversamente en nuestra realidad. Es un voto crítico pero a la vez afecto al sistema democrático representativo. Es un voto legítimo que exige que el sistema lo reconozca como tal. Nos parece democráticamente impecable y políticamente rompedor de inercias asentadas. Bienvenido sea.

Maleni recomienda …

¿Una clase extractiva?

J.M. Ruiz Soroa en El Correo 16/9/12, desde ParaLaLibertad.org

… todo este fenómeno es inexplicable si no introducimos en la escena a los partidos políticos como maquinarias de agregación de intereses individuales que poseen vida y dinámica propias y que son las instituciones sociales que soportan a los políticos individuales. Son los partidos políticos y no unos políticos individuales los actores esenciales del fenómeno de apropiación institucional y social de poder (rentas) y son sus propias dinámicas particulares las que explican el resultado.

Leer en Para la Libertad –>

Es, sorprendentemente,  en El País:

Y destaco como aperitivo:

En lo que sigue, argumento que la clase política española ha desarrollado en las últimas décadas un interés particular, sostenido por un sistema de captura de rentas, que se sitúa por encima del interés general de la nación. En este sentido forma una élite extractiva, según la terminología popularizada por Acemoglu y Robinson. Los políticos españoles son los principales responsables de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las energías renovables y de la burbuja de las infraestructuras innecesarias. Estos procesos han llevado a España a los rescates europeos, resistidos de forma numantina por nuestra clase política porque obligan a hacer reformas que erosionan su interés particular. Una reforma legal que implantase un sistema electoral mayoritario provocaría que los cargos electos fuesen responsables ante sus votantes en vez de serlo ante la cúpula de su partido, daría un vuelco muy positivo a la democracia española y facilitaría el proceso de reforma estructural. Empezaré haciendo una breve historia de nuestra clase política. A continuación la caracterizaré como una generadora compulsiva de burbujas. En tercer lugar explicitaré una teoría de la clase política española. En cuarto lugar usaré esta teoría para predecir que nuestros políticos pueden preferir salir del euro antes que hacer las reformas necesarias para permanecer en él. Por último propondré cambiar nuestro sistema electoral proporcional por uno mayoritario, del tipo first-past-the-post, como medio de cambiar nuestra clase política.

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