1793


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Por 1793

Es curiosa la esquizofrenia de ciertos catalanes razonables que admitiendo la realidad del desastre que puede caer sobre ellos son sin embargo incapaces de desprenderse de los tópicos habituales acerca de una España fascista y represora eternamente anticatalana etc. Hace menos de una hora hablaba por teléfono con un amigo de Lérida, hombre civilizado, educado y culto carente de agresividad o fanatismo. Simpatizaba con el nacionalismo de centro-derecha (era de Unió). Admite que Puchi y Junqueras son dos tarados mentirosos que están hundiendo económicamente a Cataluña. Que el Govern no es legítimo porque incumple la ley y trata de forzar una independencia de la que recelan la mayoría de los catalanes. Que si las autoridades no cumplen la ley no pueden exigirle al ciudadano su cumplimiento y que ante este panorama de anomia el capital huye despavorido. Que el Estado tiene el deber de restablecer la ley en Cataluña. Que la sociedad catalana está muy polarizada e incluso, son sus palabras, “ulsterizada.” Que se ha ido demasiado lejos utilizando el poder autonómico para crear una conciencia nacional catalana que divide inexorablemente a los catalanes en buenos y malos y los enfrenta con el resto de los españoles.

“Desde hace años la gente se mira de reojo, calla cuando pasa alguien sospechoso y únicamente se sincera cuando el que está delante es de los seguros. Las familias están divididas. Es muy típico que el padre rechace la independencia y en cambio los hijos sean independentistas fervorosos. El panorama de la gente joven mete miedo en Cataluña. La educación está muy politizada. También el entramado civil que es muy importante en este país. La falta de comunicación a ras de suelo es muy grande. Es una situación de cuasi anarquía con pujos totalitarios. Recelo, miedo y desconfianza.” Reproduzco resumido lo que me dijo de manera casi literal.

Pero luego añade, para mi sorpresa: mucha culpa de lo que sucede la tiene la derecha española con su españolismo rancio y de pandereta que exacerba a los nacionalistas de aquí. No se respeta nuestra identidad cultural, nuestra lengua, nuestro ser nacional. Somos catalanes, no castellanos. Se lo llevan todo a Madrid. Incitan desde los medios madrileños a los españoles en nuestra contra. Desconfían de nosotros, nos desprecian o nos odian, y a la vez nos exigen que seamos españoles de tronío. Nos llaman avaros, racistas o catalufos. Nos humillan permanentemente. Quieren acabar con nuestro potencial económico para hacernos controlables y finalmente asimilarnos como si “fuéramos de Cuenca” (literal). Y ahora se están aprovechando astutamente de este Govern desastroso para quitarnos la autonomía y liquidar nuestro sistema educativo. “Es cosa de los servicios de inteligencia. Lo tienen todo planeado.” (literal). Estos quieren acabar con nosotros de una puñetera vez. Y lo van a conseguir.

¿Quiénes lo van a conseguir? le pregunté yo. Respuesta: ellos, los de Madrid, los políticos, los financieros, los periodistas, los creadores de opinión; todos, todos. Me quedé de piedra ante esta reedición de los protocolos de los Sabios de Sión en versión ilerdense. Intenté razonar con él pero nada: hombre, pero Madrid no manda en Cataluña, aquí desde hace 40 años mandan los nacionalistas. Sí, pero el poder real lo tiene Madrid. ¿Qué te crees? ¿Tiene Madrid la culpa de la deriva radical de los separatas? En parte sí por no reformular el mapa autonómico y darnos más autogobierno. Pero tienen miedo de que aprovechemos el autogobierno para irnos. ¿Y no es así visto lo visto?, le pregunté. Ves, ves, tú también piensas “como ellos.” No confiáis en nosotros, no nos queréis, en el fondo nos queréis echar de España con “lo puesto” etc etc. Y siguió una letanía interminable de victimismo lacrimógeno. Servidor no abrió la boca.

Además, seguía, el Estatut abrió la caja de los truenos: fue Madrid, el PP, el PSOE y el TC. Se rieron de nosotros. Para “ellos este pueblo con mil años de historia que podría ser perfectamente independiente tiene la importancia de Albacete.” (literal) ¿Todos a la vez, concertados? Si, sí. En destruir nuestra esencia como pueblo siempre están de acuerdo. No hay tantas diferencias entre ellos cuando se trata de atacar a los catalanes. Bueno, bueno, veo que crees en teorías de la conspiración. No, no, en absoluto, pero España es responsable en un 80% del desastre de aquí. Quieren ese desastre, lo instigan en la sombra para tener una razón para aplastarnos por décadas. En el fondo estos del Govern son monigotes. ¿De ellos? Puede, me respondió. Alucinante. Como veía que la comunicación era imposible me despedí de este entrañable amigo de buenas maneras y colgué. Gente como esta, decente y no separatista, se cree con toda sinceridad un cúmulo de disparates verdaderamente sorprendente. Es que son décadas de bombardeo mediático y las mentiras acaban pegándose por inercia al imaginario de la gente, incluso de la inteligente. Lo que pasa no me gusta, pero sus responsables no lo son en realidad porque existe una mano negra omnisciente que lo dirige todo: MADRID.

Este amigo mío pronunció la siguiente frase, muy significativa de lo que es la mentalidad victimista e irresponsable de tantos catalanes: “Si en Cataluña pasa algo más grave, con muertos, y puede pasar en cualquier momento, la culpa la tendrá SIEMPRE MADRID.” No los responsables concretos, no, sino Madrid. Y subrayo lo de “siempre Madrid” porque cuando mi amigo pronunció estas palabras cambió la inflexión de su voz, hasta ese momento tranquila y monótona, cargándose de rabia contenida. Este hombre no es independentista ni creo que esté loco (al menos no del todo) pero para él y miles de catalanes Madrid es una metáfora de todos los males que acechan a la inocente Cataluña. El Gran Satán. Estamos ante una mentalidad mágica, primitiva, y por eso mismo imposible de refutar lógicamente, porque prescinde alegremente de cualquier coherencia o racionalidad. Lo que no existe para esta gente existe porque creen en ello como artículo de fe: unos monstruos madrileños nos quieren convertir en conquenses o albaceteños, en algo inferior a nuestro “ser” catalán. Lo que me soltó este hombre por teléfono esta tarde era para grabar. Verdadera materia prima para futuros estudiosos de las mentalidades colectivas.

Por 1793

El nacional populismo campa a sus anchas por Cataluña. Los secesionistas ya tienen
lo que buscaban con constancia digna de mucha mejor causa: toletazos, cargas, chillidos, incidentes, revuelo, alguna abuelita ensangrentada, niños despavoridos y unos siniestros y oscuros policías enviados por el gobierno opresor con el designio de destruir las ansias de libertad de ese noble pueblo escarnecido que se llama Cataluña, toda Cataluña y nada más que Cataluña. Y es que el nacionalismo es una épica cutre (banderas en los chinos) intensamente maniquea y apocalíptica. El 1 de octubre es en el relato separata el inicio de la liberación nacional catalana, del camino al paraíso, de la Batalla de Armaggedon: San Jorge contra el dragón. Cataluña contra España. Blanco contra negro. Libertad contra sumisión. Bien contra Mal. A este relato dualista y potencialmente violento contribuye la genial izquierda española que lo compra barato con el propósito de añadir un poco más de mierda contra el gobierno del PP. Porque la izquierda española es también intensamente irracional y maniquea. Su proyecto político es básicamente negativo, antiderecha, y con tal de atacar a la derecha hacen lo que sea: aliarse con los separatas o justificarles con la monserga de «peor es la derecha» o «no nos gusta la represión.» Izquierdistas y separatas tienen proyectos diferentes (el de los separatas la independencia; el de la izquierda la no derecha sin más), pero un enemigo común: el mal, la «derecha.» Se trata de una verdadera teología política inasequible al razonamiento. La rebelión de este domingo es expresión de esta teología política maniquea y populista.

Lo de hoy no es referéndum porque está suspendido por el TC. Es sencillamente una rebelión popular alentada por una previa rebelión institucional de los gobernantes de una Comunidad Autónoma contra el Estado del que forman parte; se trata de un autogolpe de Estado. Dice Santos Juliá: «Ruptura con la democracia desde instituciones del Estado previamente ocupadas por partidos populistas.» Sin duda, es una forma muy curiosa de rebelión populista postmoderna armada de un relato que es una auténtica postverdad; o sea una gran mentira: España no es una democracia, la derecha no es democrática, ergo cualquiera que se oponga a España y a la derecha es democrático. Razonamiento circular que conduce a la perpetua autojustificación. Así, los vergonzosos incidentes de Cataluña se convierten en una épica legítima de un pueblo pacífico (sic) que se defiende contra el mal desencadenado por Madrid, rompeolas de todos los infiernos. Y la izquierda con sus denuncias podemitas o con las ambigüedades del PSOE/PSC contribuye a hacer digerible un discurso disparatado acompañado de una insufrible violencia provocadora y de una demonización permanente del adversario. Claro: todo se solucionará cuando el maligno, Rajoy, y su hueste demoníaca, el PP, desaparezcan del gobierno. La política travestida de teología se convierte en exorcismo. Además, los responsables no son quienes desencadenan el problema sino quienes con mayor o menor fortuna lo intentan afrontar desde la democracia, que es la ley. Ni Orwell fue tan lejos en su Ministerio de la Verdad: la mentira entronizada como verdad; el culpable, inocente; el inocente, culpable. Euskadi marcó una pauta que ahora sigue Cataluña. El guión es el mismo. Los actores, parecidos. El resultado….

¿Y mañana, qué? Pues mañana todos seguirán diciendo lo mismo, si durante estas horas no hay algún incidente tan grave que lo desborde todo: épica victimista-sacrificial los secesionistas; denuncia desaforada del «autoritarismo» por parte de los podemitas; silencio con reproches al gobierno por parte del PSOE; justificación del empleo proporcional de la violencia policial por parte de PP-Ciudadanos. Todo volverá a la casilla de salida y vuelta a empezar. Eterno retorno. ¿Se puede salir de este círculo vicioso? Es posible, pero llevará años, y siempre que se cuente con un apoyo mayoritario de la sociedad española: imposible en Cataluña y Euskadi; posible, creo, en los demás territorios. Se debería empezar por perder el miedo al discurso barato de los secesionistas y compañía: aplicar la ley es reprimir y reprimir es cosa de fascistas como ustedes. Pues no, defender la ley no es fascista; lo fascista es ir contra la democracia; por tanto: cárcel, multa e inhabilitaciones contra los responsables del desaguisado catalán. Sin complejos de ninguna clase. Por ejemplo, cualquier gobierno ante la inacción de los Mossos hubiera intervenido primero y disuelto después este cuerpo policial (?) que no cumple las órdenes de los tribunales. ¿Se hará así? Es relativamente posible; pero en absoluto seguro: seguramente habrá compadreo. Sim embargo, si el gobierno del PP opta por la dureza a la larga será lo más inteligente que pueda hacer. Orden constitucional, ley y que los ultrajes no queden sin respuesta. Es lo que se haría en cualquier país democrático que no fuera España. ¿Hay base social para dar un timonazo al Estado? Yo creo que sí. ¿Hay una clase política dispuesta a ello? Me temo que no. Suspiremos.

Queda la opinión de la gente que no sale en la foto, tanto en Cataluña como fuera de Cataluña. De la gran mayoría anónima que no hace la historia pero le toca padecerla. Por lo que percibo hay un hartazgo y un cansancio monumentales ante este estado de cosas. Quizá me equivoque, pero vivo en una zona muy de izquierdas y amigos, familiares, conocidos etc de esta tendencia ideológica se manifiestan hasta los cataplines de podemitas, separatas y catalanistos en general. Quieren ver un puñetazo encima de la mesa, temblar a unos cuantos y un gobierno que se deja de monsergas y afronta el problema como lo está haciendo hoy: por las bravas y sin arrugarse. La represión no lo es todo, pero sin orden no hay nada que hacer, ni siquiera negociar, porque en ese caso no sería negociar sino aceptar el chantaje. Hay base social suficiente que legitimaría cambiar de rumbo; las elecciones se pueden adelantar si procede; en unos meses, el panorama político cambiaría si se toman decisiones prácticas, rápidas e inteligentes; el gobierno tiene más apoyo entre la gente que calla siempre del que se cree; ahora, hay que convertir ese apoyo social silencioso en revolcón electoral y en una legitimidad democrática que permita el cambio. El cambio de verdad. ¿Será posible? No es imposible; Quizá hasta Mariano naniano lo empiece a entender.

Por 1793

Nota. Es un comentario de 1793 [–>] que por trabajo y calidad elevamos a entrada propia. Está respondiendo a este comentario (pm):

Por cierto, hemos hablado mucho de la izquierda, pero tampoco conviene echar una manta de olvido sobre lo que ha hecho la derecha “española” en Cataluña.

http://www.elmundo.es/cataluna/2017/09/19/59c00ec7e5fdea65328b45fe.ht

Sin duda: el famoso acuerdo de 1996 en el hotel Majestic entre PP y CiU para asegurar la investidura de Aznar como presidente del gobierno incluía como cláusula sine qua non la eliminación de Aleix Vidal-Quadras como jefe del PP catalán. Por su contundencia e inteligencia a Vidal-Quadras no lo podían ni ver los pujolistas porque les levantaba bastante voto conservador y les cantaba las verdades del barquero; y el PP se lo cargó, presentándole su cabeza en una bandeja al complacido don Jordi, como si se tratara del Bautista. Uno de los defenestradores de Quadras fue Mariano naniano. Aznar cedió desde el IRPF hasta la vergüenza («hablo catalán en la intimidad»). Años antes, el PSOE no se había atrevido a meter en la cárcel a don Jordi por el turbio asunto de Banca Catalana. El minúsculo don Jordi les tenía agarrados por los huevos. Y estaba ETA matando todas las semanas, claro; otro frente en Cataluña no lo resistía el Estado; el espejismo vasco impidió ver la tremenda realidad de la nacionalización de las masas en Cataluña. A la larga, mucho más peligrosa que el terrorismo nacionalista vasco.

Y es que el nacionalismo catalán de derechas jugó muy bien sus cartas: nos ponemos la careta de moderación en Madrid, apoyamos a gobiernos sean de Felipe o Aznar, y hacemos caja, clin, clin; la otra parte del trato suponía manos libres en Cataluña para catalanizar hasta los pelos de los gatos sin estorbos legales; y así fue la cosa hasta que llegó la crisis, se descubrió el pastel de la corrupción pujolista (que olía todo el mundo desde hacía décadas; era el secreto de polichinela) y CiU, privada de sus cabezas pensantes (Pujol, Roca, López de Lerma, Durán, Molins), decidió inmolarse en la hoguera independentista que ellos mismos habían encendido y agitado desde los 80. Así se muere el alacrán entre las llamas: clavándose su propio aguijón. Lo que ahora queda de CiU es nada y está al mando de estúpidos que hacen el trabajo sucio de ERC. Puigdemont dice las tonterías del día y podría terminar entre rejas; Junqueras dormita envuelto en su grasa y mira con el ojo bueno el suculento panorama electoral que se le presenta. ERC ganará de calle las generales y las autonómicas cuando se convoquen.

En unos pocos años, la hegemonía del catalanismo ha pasado de la derecha y el centro derecha a la izquerda y la extrema izquierda; el catalanismo conservador, cuya fuerza era el pacto y la ambigüedad calculada, está muerto políticamente. Han perdido los votos, la cabeza, las sedes embargadas y pueden terminar unos cuantos entre rejas, entre corrupciones e independencias. En el PNV no terminan por creerse la autoinmolación de CiU, el hermano grande cuyos 18 escaños en tiempos de gloria miraban con envidia los jeltzales; ahora PDECAT no tiene ni grupo parlamentario propio en Madrid: grupo mixto, un saldo político. Con CiU también se ha muerto un cierto seny catalanista que creía compatible, aunque en realidad es completamente incompatible a la larga, como se ve, la construción nacional catalana con el respeto a la unidad constitucional del Estado. Lo de CiU es de tragedia griega: mueren en la hoguera de la que son responsables y pasan la antorcha, cual Ave Fénix, al independentismo radical. Sus herederos, los jóvenes turcos criados en el regazo del padrino Pujol, no tienen tantos escrúpulos y llaman a la guerra santa antiespañola. Mataron al padre y quieren matar a España.

De hecho, este suicidio patriótco de CiU clarifica las cosas: el nacionalismo catalán es independencia e izquierda, incluso radical, ERC más CUP; sus adversarios constitucionalistas son derecha y centro derecha, PP y Ciudadanos (segundo partido en votos en Cataluña tras ERC); en tierra de nadie quedan el agónico PSC (partido antes hegemónico entre las clases trabajadoras de origen español del cinturón rojo barcelonés) y el engendro Podem, Catalunya sí que es Pol Pot etc, cuyos dirigentes bascularán hacia el independentismo inevitablemente, aunque no todos sus votantes. Pero son populistas y en Cataluña el populismo se llama independencia. La radicalización política populista de Cataluña es impresionante y muy superior al resto de España. Xavier Casals ya avisaba hace años de que Cataluña era «el laboratorio populista de España.» No hay nada más populista que la cruzada nacionalista entendida en clave independentista: el «poble catalán» contra las élites madrileñas, españolistas etc etc. El nacionalismo es populista per se; y al revés.