Haddock

EL SER CREATIVO

Hace unos días tuve la suerte de poder asistir a un evento titulado «EL SER CREATIVO. III Congreso de Mentes Brillantes», una serie de conferencias donde diferentes personajes del mundo de la cultura, la ciencia, la comunicación, la publicidad…expusieron sus conocimientos y puntos de vista sobre diversos asuntos, alimentación y ecología, inteligencia humana o arquitectura del futuro. Reitero que para mí fue una suerte porque no siempre tengo la oportunidad de oír de primera mano a gente de tanta categoría intelectual. Evidentemente, desde mi particular punto de vista, unos más interesantes que otros, cuando no, absolutamente deplorables otros.

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Día 1.

Del primer día destacaré, la intervención del Pr. Mario Alonso Puig, por desvelarme de una manera absolutamente amena y divertida que nuestro estado de ánimo (pesimismo u optimismo) depende exclusivamente de diferentes (y complejas) reacciones químicas que se producen en el interior de nuestro cuerpo. Esto en la práctica significa que está en nuestra propia mano, con alimentación y ejercicios adecuados, modificar nuestra actitud vital para superar los grandes o pequeños problemas a los que nos enfrentamos diariamente.

Elsa Punset, la hija de su padre, pese a su buena voluntad, me resultó anodina. Su intervención prometía más de lo que luego fue. Habló de niños e inteligencia emocional, creo recordar (debe ser que la oí pero no la escuché).

Ferrán Adríá apareció por allí para vendernos sus nuevos proyectos. No dudo de su calidad como cocinero (nunca he probado sus platos) pero sospecho que, con cierta edad y cansado de trabajar detrás de los fogones, prefiere dedicarse a las relaciones públicas y otras actividades culturales. El problema que yo le veo es que, tanto su Fundación como la enciclopedia culinaria online (Bullipedia) que quiere poner en marcha, sospecho que se lo vamos a acabar pagando los ciudadanos, vía subvenciones y ayudas autonómicas o estatales.

No conocía al Dr. Michael Brant Shermer, cuya carta de presentación era ser el fundador de la revista Skeptic, dedicada a la (para mí) loable labor de desmontar el mundo de las creencias, las paraciencias, ovnis y demás engañifas. También he de decir que me resultó decepcionante saber que, a pesar de su escepticismo, abrazó en su momento con fe ciega la religión del Cambio Climático, como quedó reflejado en algún que otro número de su revista y a la que WUWT le dedicó lo suyo: Monckton: Be skeptical, be very skeptical, of Skeptic magazine’s skepticism of climate skeptics. Todo ello no empañó una estupenda intervención centrada en demostrar el modo en que nuestro cerebro nos engaña y nos convence de cosas que no son, culminada con un vídeo realmente gracioso


Pero el gran descubrimiento de la jornada fue el Dr. José Miguel Mulet, que, aunque presentado como «El ecologista científico», a mí me pareció justo lo contrario: un científico antiecologista. Profesor de bioquímica y biología molecular, es autor de un libro titulado «Los productos naturales ¡vaya timo!, donde se explaya desmontado lo absurdo y acientífico de las corrientes actuales que recomiendan el consumo de productos ecológicos como forma de recuperar lo natural. Sirvan como ejemplo alguno de sus párrafos al inicio de su libro:

Lo de la vuelta a la naturaleza y a la vida en el campo es un mito que, cuando se lo han apropiado determinados grupos políticos o religiosos, ha ido de lo pintoresco (los amish de Pensilvania) a lo trágico (Pol Pot en Camboya). Parte del equívoco surge de pensar que la naturaleza es algo amable que espera al hombre con los brazos abiertos para colmarle con sus bienes, cuando en realidad la naturaleza no es más que una competición por los recursos. Tratar de juzgarla con términos humanos nos induce a error, puesto que la naturaleza es la que es y pasa de nosotros, aunque los términos “humanos” feroz y despiadada serían los más apropiados.

Si continuáramos integrados en la naturaleza, como en el Paleolítico, seríamos unos 200.000 individuos los que viviríamos en la sabana y subiríamos a un árbol cada vez que se acercara un león, que acabaría por comerse a los más viejos o a los más débiles. Nuestra esperanza de vida sería de 30 años porque nos moriríamos por heridas infectadas, caries, otitis, intoxicaciones alimentarias o problemas relacionados con el parto. Las mujeres quedarían embarazadas al principio de su madurez sexual y continuaría así mientras hubiera bastante comida, lo que implicaría no menos de 10 gestaciones, para ver sobrevivir con suerte a dos o tres de sus vástagos. Que quieres que te diga; a mí no me atrae nada la vida natural.

Otro de sus caballos de batalla es la lucha en defensa de los alimentos transgénicos, lo que le permitido granjearse las “simpatías” de los chicos de Greenpeace:

Para un entusiasta de la alimentación natural, la gran amenaza mundial consiste en los transgénicos. Estos alimentos nuevos conjugan todos los males esperables: los producen grandes multinacionales, contaminan el medio ambiente, atacan a la biodiversidad y su consumo es perjudicial para la salud humana. La voz cantante del activismo antitransgénico la lleva la organización Greenpeace.

Originalmente esta organización multinacional estaba interesada en la conservación de especies en peligro de extinción y en cerrar las centrales nucleares, pero en 1997, tras la publicación de la encíclica (perdón, manifiesto) The End of the World as we Know It, redirigió su estrategia hacia los transgénicos.

Periódicamente edita un folleto apocalíptico llamado Guía roja y verde de alimentos transgénicos en el cual —basándose en unos análisis que hacen ellos mismos—invitan al boicot a todos los productores o supermercados que utilicen transgénicos en la elaboración de sus productos. Otras organizaciones ecologistas, como Amigos de la Tierra o Ecologistas en acción, se dedican a copiar y pegar la información que va sacando Greenpeace, mostrando escasa iniciativa propia.

Pero, ¿hasta que punto es creíble esta información? ¿Existe verdaderamente una conspiración a escala planetaria que pretende envenenarnos con los transgénicos? ¿Nos va a salvar Greenpeace de la debacle final?

Contestar a esta pregunta requiere, como mínimo, un capítulo de este libro.

 

Día 2.

Jack Horner vino a hablarnos de los dinosaurios del pasado y del presente. Sí, sí, del presente, solo que los de ahora son más pequeños, tienen plumas (como posiblemente también los de antaño) y algunas de sus especies suelen acabar en nuestros hornos y cazuelas. Es más, se está planteando clonar un dinosaurio a partir de un pollo, “Pollosaurio” se llamaría. Para los que les guste el tema, os dejo una deliciosa y breve conferencia suya (muy similar a la que pronunció en E.S.C.)

Pere Estupinyàes un tipo simpático, ameno y, aparentemente, inteligente. Químico y bioquímico, autor del bestseller: ‘El ladrón de cerebros’. Fue guionista y editor del programa ‘Redes’ de TVE durante 4 temporadas y profesor de Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Universidad Ramon Llull, según reza en la presentación del certamen.

Su ponencia “Piensa como un científico, no como un abogado” me sedujo al principio, sobre todo cuando decía cosas como éstas:

A mi alma científica hay algo que desde hace tiempo le tiene consternado: la rutina de trabajo de los abogados.

Me dicen que les llega un cliente pidiendo que defienda sus intereses en un caso, se plantean unos objetivos, y empiezan a buscar pruebas que los respalden. Aparentemente lógico. No nos suena extraño. Pero no puedo dejar de pensar que representa el proceso inverso de la metodología científica: el investigador primero busca evidencias y luego saca conclusiones. En cambio el abogado parte de unas conclusiones y a posteriori busca pruebas para defenderlas. Incluso trata de esconder las que le sean contrarias. Algo chirría.

Ya sé que muchos científicos malos hacen lo mismo, y que el abogado es parte de un sistema donde también hay fiscales, jueces y procedimientos. Y reconozco que lo natural en nuestro quehacer cotidiano es pensar y actuar como abogados.

Más adelante, me agencié su libro, y pude comprobar ,cuando leí el capitulo dedicado al cambio climático, que él mismo no se había aplicado al cuento y que a la postre había vendido su “alma científica” al diablo alarmista. Se confiesa amigo y seguidor de John Holdren y traza una extraña línea divisoria entre escépticos y negacionistas. A unos los puede respetar y a los otros, directamente, los reprueba. Su discurso, ya anticuado, sigue las pautas habituales establecidas por todo el establishment  pro IPCC, incremento del calor planetario, derretimiento de polos y glaciares, CO2 humano culpable, etc… Creo que sería bueno que alguno de los que por aquí dominan el tema (Plaza, Eclec, Hrizzo…) se pasaran por su blog para ponerle al día y de paso comprobar si tiene talante dialogante o es de los que echan el cierre (censura) a cal y canto.

Bueno, llegados a este punto, me toca abrir un pequeño paréntesis. Me explico. Hasta ahora todos los ponentes que escuché durante el congreso me parecieron dignos de todo el respeto que como científicos, investigadores o simplemente personas merecen, me gustaran más o menos sus exposiciones, estuviera más o menos de acuerdo con sus propuestas. Al fin y al cabo todos ellos ofrecían datos y conocimiento como resultado directo de su trabajo y esfuerzo personal, con el único objetivo de divulgarlos.

Ahora bien, cuando alguien sobrepasa ese objetivo y su pretensión no es divulgar, sino adoctrinar, concienciar o soltar un discurso evangelizante, me indigno, me cabreo y el personaje en cuestión pierde para mí todo respeto y consideración. Este es el caso que sigue.

 

Bernardo Kliksberg. Extraído de Wikipedia: Bernardo Kliksberg es un Doctor en Economía, argentino, reconocido mundialmente como fundador de una nueva disciplina, la Gerencia Social y es pionero de la «Ética para el Desarrollo», el Capital Social y la Responsabilidad Social Empresarial.1…

Pero desde mi punto de vista, el día que lo escuché, se comportó como un vulgar ¨Taliban» o un «Cafre» como diría Plaza. Este personaje apareció por allí ejerciendo de judío, y no destaco este hecho por algún tipo de xenofobia o antisemitismo,  sino porque él mismo llevaba bien puesta la «cofia» típica de su pueblo. Dado que ningún otro interviniente hasta entonces había manifestado sus tendencias religiosas, bien vistiendo prenda externa alguna, bien expresándolo verbalmente, he de deducir que Don Bernardo quería dejar absolutamente clara su pertenencia a la estirpe de Abraham. Así que, como un nuevo Mesías apocalíptico, soltó su soflama demagógica para condenar a la humanidad por sus pecados, pasados y venideros. Y, como no podía ser menos, Kliksberg enunció los 7 pecados capitales de la ética actual: Alimentos, Agua, Sanidad, Trabajo, Discriminación de la mujer, Cambio climático y Desigualdad.

Nada nuevo, las típicas y tópicas consignas que cualquier imberbe neo revolucionario incluiría en su manifiesto.

Cuando habló de la mujer, recordó con especial énfasis las muertes por violencia en España, con el evidente propósito de enardecer al público y llevarse un salva de aplausos. Sonaba a que esa mañana acaba de leer en el periódico alguna noticia al respecto y que le venía perfecta para su sermón. Como la referente al huracán “Sandy” cuando soltó perlas como ésta:

Vivo en Nueva York y acabamos de tener el mayor huracán de la historia de EEUU absolutamente vinculado al cambio climático. Todos los indicios son tajantes. Tenemos huracanes que suceden cada 100 años cada 2 años. El triunfo de Obama ha sido muy importante porque seguimos teniendo personas y grupos como The Tea Party empeñadas en que el cambio climático no existe y en la desregulación sin control.

En el momento en que dijo lo del huracán no pude contenerme y se me escapó en voz alta un ¡Falso!. Afortunadamente no fue lo suficientemente sonoro como para interrumpir la ponencia del “cantamañanas” (no era esa mi intención) pero sí como para que lo oyeran los que estaban alrededor.

Todavía me estoy preguntando quién coño y para qué se invitó a un individuo así a este congreso de “Mentes Brillantes”. Puede que el tal Bernardo Kliksberg tenga una o cincuenta mil titulaciones como economista, que sea doctor honoris causa por doscientas mil universidades y que haya publicado dos millones de libros, pero para mí no dejará de ser un charlatán de feria, con un morro que se lo pisa, con un discurso trasnochado y populista destinado a esa pobre gente de Sudamérica, que vive entre miseria, y que él sabe que constituye su “clientela” particular.

Después de esto no aguanté mucho más. La Dra. Lyly Rojas, que dicho sea de paso, tampoco sé muy bien qué pintaba en todo esto, nos vino a hablar de paz y amor, de amor y paz, con muchas flores y todo muy bonito. Un especie de Zapatero en femenino.

Y con esas, me fui a comer a casa y ¡se acabó la fiesta!