algoreros


Hay docenas de estudios con modelos climáticos que afirman que a lo largo del siglo nos espera un aumento de las tierras áridas. Los secarrales con poca o ninguna vegetación. Que resulta sorprendente a la vista de las mediciones que muestran que, con el cambio climático que ya ha habido, hay un aumento general de vegetación global, y no hay un aumento de tierras secas. ¿De dónde sale esa contradicción?

Un estudio recién publicado en Nature da una respuesta convincente. Berg y McColl (2021). La idea del aumento de los secarrales viene de un cálculo, a partir de los modelos climáticos, usando un índice a modo de «proxy». El Aridity Index. Berg y McColl muestran que ese índice «produce proyecciones cualitativamente incorrectas de varios componentes del ciclo del agua terrestre».

El Índice de Aridez usa sólo dos variables. La precipitación anual media, y la evapotranspiración potencial (el agua que se evapora de la tierra, más la que transpira la vegetación). Es muy dependiente de la temperatura, y si por ejemplo aumenta la temperatura, pero llueve lo mismo, el índice de aridez aumenta mucho. De ahí calculan, con la temperatura y la precipitación que les dicen los modelos, que la vegetación disminuye, y el secarral crece. Luego se ve que no es eso lo que pasa, pero como alarma queda estupenda.

Lo que hacen Berg y McColl en el estudio de Nature es crear un índice más realista del juego que ocurre entre las condiciones atmosféricas, el suelo, y la fisiología de las plantas. Con un resultado completamente diferente. Usando los mismos modelos climáticos, pero con un índice muy mejorado como «proxy» de la vegetación, lo que ocurre es que el cambio climático acojonante no aumenta la cantidad de tierras áridas al aumentar el CO2 y la temperatura. Se produce una ligera reducción de secarrales. Como muestra este gráfico. Arriba con el índice chungo (AI), y abajo con el índice ecohidrológico nuevo (EI).

Cambio en tierras áridas entre 1970-2000 y 2070-2100, bajo el escenario RCP8.5, para el índice AI (arriba) y el índice EI (abajo). Fuente: Berg and McColl (2021).

También lo representan así.

Nótese que los dos índices dan medidas distintas para el presente. En realidad no están midiendo el porcentaje de tierra árida directamente; lo están deduciendo. El índice AI a partir de un par de métricas atmosféricas simplonas; y el índice EI de una forma algo más completa. Lo interesante es que el futuro pasa de aumentar los secarrales, a disminuirlos.

Una diferencia entre ambos índices, pero no la única, es que el segundo tiene en cuenta la mayor eficiencia de la vegetación con el agua por efecto del aumento del CO2. Transpiran menos agua cuando hay más CO2 en el aire, porque pueden disminuir (cerrar un poco) los estomas. Con eso pierden menos agua.

Traduzco con Google el abstract. No he pillado todavía el trabajo completo. Si hay más cosas de interés, se completará en otra entrada.

Las tierras secas, que comprenden regiones terrestres caracterizadas por una vegetación escasa y con escasez de agua, comúnmente se han proyectado para expandirse globalmente bajo el calentamiento climático. Sin embargo, tales proyecciones se basan en un proxy atmosférico de las tierras secas, el índice de aridez, que recientemente se ha demostrado que produce proyecciones cualitativamente incorrectas de varios componentes del ciclo del agua terrestre. Aquí, usamos un índice alternativo de tierras secas, basado directamente en variables ecohidrológicas relevantes, y comparamos las proyecciones de ambos índices en los modelos climáticos de la Fase 5 del Proyecto de Intercomparación de Modelos Acoplados, así como en los Modelos Dinámicos de Vegetación Global. El índice de aridez sobreestima los cambios del índice ecohidrológico simulado. Esta divergencia refleja diferentes índices de sensibilidad al cambio hidroclimático y respuestas opuestas al efecto fisiológico sobre la vegetación del aumento del CO2 atmosférico. Por tanto, la aridez atmosférica no es un indicador exacto de la extensión futura de las tierras secas. A pesar de mayores incertidumbres que en las proyecciones atmosféricas, las proyecciones ecohidrológicas del modelo climático indican que no hay expansión global de las tierras secas bajo el efecto invernadero, contrariamente a las afirmaciones anteriores basadas en la aridez atmosférica.

https://www.nature.com/articles/s41558-021-01007-8

Resumiendo. Menos lobos, Caperucita.

Hay un artículo interesante en Carbon Brief al respecto.

Añadido para los comentarios.

Fuentes:

Nature:

Información suplementaria del estudio:

Carbon Brief

En parte, se puede ver esta entrada como una actualización / continuación de otra escrita en 2013 a modo de resumen del cuento del cambio climático. Siete años largos, y no ha cambiado nada. A pesar de todos los «avances», y los nuevos modelos, y lo que sea. Por otra parte, supone un indicio de posibilidad de ir reduciendo el horrible desparrame (el todo vale) de los modelos climáticos.

Lo de 2013 era:

En aquella veíamos que los «afirmacionistas» nos están engañando a base de dos trucos muy sucios. Ocultar la discusión científica que hay, para aparentar un consenso; y ocultar que todo el cuento se basa en unos modelos climáticos, que en absoluto son evidencia empírica, y que además son un cachondeo. Y lo de cachondeo es muy literal: si los modelos dan cualquier respuesta, y tanto pueden dar la razón a los «afirmacionistas» como a los «negacionistas», no están diciendo nada.

Mostremos esas dos afirmaciones.

Ocultar la discusión científica que hay, para aparentar un consenso; y los modelos con un cachondeo.

Ningún especialista discute que aumentar la concentración de CO2 en el aire debería calentar el clima. Pero eso, por sí mismo, no es ningún problema. Mucho menos es un motivo para tirar la economía por un barranco. Un calentamiento moderado, y más CO2 en el aire fertilizando la vegetación, y con ello aumentando toda la vida, es mucho más una bendición que un problema. Sería un chollo, que es lo que tiene pinta de momento. Así que el asunto que interesa no es si existe «el cambio climático», que siempre ha habido; ni si existe el efecto invernadero, que también; ni si hay algún «calentamiento antropogénico» actualmente, que es algo bastante obvio. No; la cuestión es cuánto calentamiento se puede esperar, de cuánto CO2 en la atmósfera. Y eso, ni lo sabe nadie, ni hay la menor evidencia empírica al respecto. El estudio que veremos luego incide en esta incertidumbre. Apuntando a que la respuesta parece estar del lado de los modelos que predicen menor calentamiento.

Solemos usar este gráfico para representar el debate científico que sí hay, y para ubicar a los dos bandos: «afirmacionistas» y «negacionistas»

El gráfico representa la ECS (sensibilidad climática en equilibrio), o lo que calentaría el CO2 al doblar su concentración aérea. Y se ven muy bien las dos afirmaciones. Claro que hay una discusión clave, y los modelos son un cachondeo. No es lo mismo que aumente 2º la temperatura media del aire de superficie si acabamos doblando los 400 ppm de CO2 que hay ahora, que si aumentara 6 grados. No tiene nada que ver, ni son el mismo tipo ni de problema, ni de soluciones.

Ya veíamos en el artículo mencionado de 2013 que toda la gracia está en las nubes. El efecto directo de calentamiento del CO2 es muy pequeño. Alrededor, o poco más, de un grado por doblar el CO2. Ningún problema. Toda la alarma viene de efectos indirectos. La respuesta del sistema climático a ese pequeño calentamiento, potenciándolo, o reduciéndolo. Los famosos «feedbacks», que pueden ser positivos (aumentan el calentamiento) o negativos (lo reducen). Y la gran incertidumbre es el comportamiento de las nubes a ese respecto. ¿Cambian de forma que aumentan el calentamiento de CO2, lo reducen, o no hacen nada? Se ha sabido de siempre, y así lo dice el IPCC, que el gran desparrame de los modelos sobre lo que calienta el CO2, viene de las diferencias en cómo representan la respuesta de las nubes. Y esa diferencia viene de un tuneo de los modelos, que será más consciente o nada consciente, pero que no es explícita. No está «confesada». Y desde luego no viene de ninguna evidencia empírica, ni de la mera aplicación de fórmulas físicas contrastadas.

Gracias al estudio de Wang et al 2021 podemos verlo en un gráfico muy claro. Proporcionan los datos de los 30 modelos climáticos CMIP6. Comparan la ECS (lo que calienta el CO2), y la respuesta de las nubes (cloud feedback), en su figura 1A.

Y se ve que en modelos en los que el CO2 calienta mucho, en gran parte es por la respuesta de las nubes, perfectamente desconocida. Pero vamos a verlo con los mejores modelos. Ellos mismos los distinguen, unos con el círculo relleno entero de color, y otros sólo el borde. Los rellenos son los 15 (la mitad) que mejor representan el calentamiento observado (1850 – 2020). Y si hacemos el mismo gráfico, usando sólo esa mitad de los modelos que mejor reproducen el calentamiento observado, la correlación aumenta mucho.

Con lo que está claro el cachondeo. ¿Quieres que el CO2 caliente mucho, aquí en la playa? Mete mucha respuesta de las nubes, sacada de la gorra. Los «afirmacionistas» se ponen muy contentos. Y si quieres que caliente poco, también puedes, haciendo lo contrario. Y tendrás un modelo que les sirve a los «negacionistas».

Copio el párrafo del estudio:

In response to increasing CO2, models show warming and substantial climate changes that feed back onto the warming, including changes in the amount and distribution of clouds (Wetherald & Manabe, 1988). The part of cloud radiative response (units of W m−2) due to a change in global‐mean surface temperature (units of K) is defined as the cloud feedback (W m−2 K−1). In CMIP6, the cloud feedback tends to be positive and there is a strong relationship between cloud feedback and ECS: models with more positive cloud feedback show higher ECS (Figure 1ar2 = 0.69) (Meehl et al., 2020; Zelinka et al., 2020). This strong ECS‐cloud feedback relationship is consistent with previous studies showing that cloud feedback is the dominant source of the uncertainty of climate sensitivity (Cess et al., 1990; Colman, 2003; Dufresne & Bony, 2008; Soden & Held, 2006; Webb et al., 2013; Zelinka et al., 2020).

Este resultado no es nada nuevo, y de ahí que cite literatura de 1990, 2003, 2006, 2008, 2013, y 2020. La parte novedosa es en la que trata de averiguar si hay alguna forma de contrastar los modelos calientes y los fríos con la realidad. No sirve el sistema habitual que tiene esta gente de «contrastar» los modelos con la realidad: ver si replican bien la temperatura observada 1850 – 2020. Lo hacen de forma muy similar tanto los modelos calientes como los fríos. ¡Como que están tuneados para eso! Si un modelo representara una temperatura histórica absurda, no lo publicarían y lo reharían hasta conseguir algo presentable. Así que ninguno falla estrepitosamente con esa métrica. Y no se ve diferencia entre los que responden mucho al CO2, y los que responden poco.

¿Cómo lo hacen, para que todos los modelos, con cualquier ECS, sirvan? Con la respuesta de los modelos a los aerosoles. La contaminación de toda la vida. Como la contaminación enfría, tanto reflejando rayos del sol, como induciendo cambios en las propiedades radiativas de las nubes, pueden jugar a tener mucha respuesta de calentamiento al CO2, y mucha respuesta al enfriamiento de la contaminación, o poca respuesta a ambas, obteniendo el mismo resultado. Son los botoncitos que pueden ir tocando para sacar lo que les apetezca. Y eso se puede hacer de manera consciente, o inconsciente; explícita, o implícita.

La novedad es que Wang et al han tenido una idea brillante. ¿Si no se puede saber qué modelos son más realistas mirando cómo reproducen la temperatura global histórica, habrá otra comparación que los discrimine? Y la han encontrado. Como lo que hacen para contrarrestar mucho efecto de calentamiento del CO2, es meter mucho efecto de enfriamiento de la contaminación, y como la contaminación es casi exclusiva del hemisferio norte, comparan separando los hemisferios. Concretamente, mirando la diferencia de calentamiento entre ambos hemisferios, en los modelos, y en la realidad. Y han encontrado que los modelos con ECS baja (poco efecto de calentamiento del CO2) tienen una diferencia entre hemisferios muy parecida a la realidad. Mientras que los modelos con ECS alta (mucho efecto de calentamiento del CO2), tienen una diferencia entre hemisferios muy distinta. Y la diferencia es estadísticamente significativa. Lo que sugiere que podemos ir desbrozando el desparrame, para desesperación de tu «afirmacionista» favorito.

Añadido, a mero título de curiosidad. Como habíamos hecho antes el histograma de la ECS en los modelos climáticos nuevos, y ahora hay datos de más modelos (30 en lugar de 24), el gráfico actualizado:

Fuente: Wang et al 2021

Datos: https://agupubs.onlinelibrary.wiley.com/action/downloadSupplement?doi=10.1029%2F2020GL091024&file=2020GL091024-sup-0001-Supporting+Information+SI-S01.pdf

En su trabajo más reciente, Lindzen hace un muy interesante resumen de la cuestión del clima. Basado, yo creo, en una perspectiva muy peliaguda. Preguntarse: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Sigue convencido de que en el futuro causará asombro la creencia en la alarma del clima, propia de la primera parte del siglo XXI. Y uno de los detalles que aboceta, hoy muy olvidado o nada conocido, es es el desarrollo histórico.

Los afirmacionistas siempre insisten en que la física del llamado «efecto invernadero» es centenaria, y -hoy- muy básica. En un argumento que pretende decir que, al ser algo tan viejo y conocido, hay que ser un gran cantamañanas para discutirlo. Y tienen razón en la primera parte (es muy viejo), mientras que mienten en la segunda (nadie niega el efecto invernadero). Lo que no te dicen es por qué la flor y nata de los especialistas que estudiaban el clima, no vendieron ninguna alarma antes de 1988, estando toda la base de la idea perfectamente desarrollada entre Arrhenius (1896) y Callendar (1938). Y cuando digo la flor y nata, me refiero a todos los que contaban en el asunto. Entonces era una especialidad minúscula, una sub-rama menor de la meteorología y la oceanografía, con poco más de un puñado de participantes. Y todos ellos pasaron mucho del asunto del CO2. Interesante, sin duda, pero un efecto más entre docenas de ellos, en absoluto la clave ni la manija del sistema.

Cita el caso de una conferencia en 1955, en el famoso Instituto De Ciencias Avanzadas de Harvard, en el que participaron todos los que eran alguien en el mundillo. Los líderes de la meteorología teórica. Entonces nadie se llamaba científico del clima, y se hubieran muerto de risa con la expresión. Abarca demasiado como para que nadie tuviera la pretensión -o la jeta- de llamarse así. La conferencia versaba sobre los problemas científicos del clima, y sólo uno entre muchos de los artículos que se presentaron trataba de transferencia radiativa en la atmósfera. (Es el tema del efecto invernadero). Y ni siquiera se enfocaba en el efecto invernadero, aunque se mencionaba de pasada el aumento del CO2. ¿Acaso eran negacionistas?

Ni de broma. Conocían de sobra lo de Callendar. Por entonces se llamaba efecto Callendar al efecto invernadero, y llevaban 20 años contemplándolo. Pero no les parecía especialmente relevante. Y mucho menos, alarmante. ¡Pero es que al mismo Callendar tampoco se lo parecía!

callendar-1938

… un pequeño aumento de la temperatura media (que no era una métrica de especial interés entonces) … y un efecto  neto presumiblemente beneficioso para la humanidad.

Y los especialistas le veían aun menos interés que lo  que pensaba Callendar.

Incluso en 1988, cuando Hansen presentó su famoso testimonio en el Senado, la revista Science informaba sobre un extendido escepticismo en la entonces pequeña comunidad de los dedicados al clima

Entonces no vale para nada decir que el efecto invernadero es una física muy vieja y conocida. ¡Claro que lo es! Y ese es el problema. Porque lo que tendrían que explicar, y ni de broma explican, es qué ha cambiado para que los sabios de entonces no vieran nada de especial en el efecto invernadero, y los ¿sabios? de ahora vean el fin del mundo. No ha habido ningún avance teórico desde entonces. Mucho menos evidencia empírica – y probablemente por eso no ha habido ningún Premio Nobel concedido a ningún chico del clima. Jamás. Y han pasado la friolera de 82 años. Tiempo han tenido. Evidencia empírica, no parece.

Lindzen apunta un motivo para el cambio. Jodido de discutir.

Entre 1988 y 1994, las cosas cambiaron radicalmente. En EEUU, la financiación para el clima aumentó por un factor de alrededor de 15. Esto llevó a un gran incremento en el número de gente interesada en trabajar como «científicos del clima», y los nuevos científicos del clima entendían que la razón para la financiación era la alarma del «calentamiento global».

En Francia, en los años 60, había esencialmente un meteorólogo teórico. Queney. Hoy hay cientos envueltos en los modelos, si no en la teoría, y se debe en gran medida al «calentamiento global». ¿No es razonable preguntarse si no será que un movimiento político ha tenido éxito en capturar una especialidad científica?

A la gente le hablan de «La Ciencia», creen que es Dios, y que avanza con descubrimientos. Se olvidan de mirar el talonario. Peor: se olvidan de dónde sale.

Luego se mete Lindzen en la cuestión científica. Siempre con esa perspectiva del cambio. Interesantísimo. Las dos formas, incompatibles entre sí, de ver el sistema climático. Los que ven un mono-tema, y los que ven un sistema dinámico muy capaz de producir cambios por sí mismo. O sea, como todos los sistemas naturales un poco complejos. Pero  como lo que explica es muy resumido, y digerible para los que han seguido la discusión hasta ahora y les gusta, mejor lo dejo en su propia pluma. Y uso la paradoja histórica como aperitivo. ¿Qué es exactamente lo novedoso que presenta el afirmacionismo? ¿Cuál es ese gran descubrimiento seminal al que se les ha pasado concederle el Premio Nobel?

El trabajo de Lindzen:

Oficial (sólo el abstract):

El pirateado (probablemente en España necesitas una VPN):

Añadido (al día siguiente).

Muy relacionado, y de Richard S.Lindzen con la revisión y complemento de Roy W. Spencer:

 

No sólo son unos calentorros los modelos climáticos, como ya sabíamos, sino que su mal empeora. La nueva generación de modelos va más separada todavía de la realidad, por el lado de producir demasiado calentamiento. Vamos a ver dos estudios publicados este año. Partiendo del gráfico más representativo del primero de ellos, que está muy relacionado con una de las discusiones más clásicas del debate del cambio climático. (Hemos puesto muchos estudios y gráficos sobre la disparidad escandalosa modelos -realidad en la troposfera media y alta).

Compara la tasa de calentamiento de los modelos y la de las observaciones, en la troposfera tropical (20ºN – 20ºS), a dos alturas distintas. En la troposfera baja, cerca de la superficie. Como a poco más de un kilómetro (850 hPa de presión). Y en la troposfera alta, a unos 12 Km (200 hPa de presión).

El gráfico (fig 5) de Mitchell et al 2020:

modelos-realidad-troposfera-baja-y-alta

Las observaciones son el punto, la x, y el signo +, negros. En 850 hPa la cruz y la x se sobreponen, y parecen un punto (el de la derecha).  La barra y caja rojas es el conjunto de los modelos nuevos (CMIP6), y los seis azules son seis modelos de los que tienen muchas ejecuciones consecutivas, que usan para comparar el desparrame de los modelos individuales con el del conjunto de modelos.  (CanESM5, CNRM-CM6-1, GISS-E2-1-G, GISS-E2-1-H, IPSL-CM6A-LR y NorCPM1).

De las conclusiones:

 La tendencia de los modelos tiene un sesgo de demasiado calentamiento a lo largo de toda la troposfera (y especialmente en la troposfera alta, alrededor de los 200 hPa), y este sesgo se puede relacionar a un sesgo en el calentamiento de superficie.

Traducido: los modelos van demasiado calientes por toda la troposfera, y no es un problema de que sólo en altura calienten más, sino que el sesgo ya viene desde abajo.  Arriba se nota más; es unas 4 o 5 veces mayor de media el calentamiento en los modelos que en las observaciones; pero la diferencia también es significativa abajo.

El estudio tiene otros hallazgos de sumo interés. Por ejemplo, divide la serie en dos partes. Quedan un poco cortas como para sacar conclusiones muy firmes sobre las tasas de calentamiento (muy sensibles al punto inicial y final). Pero da la impresión de que casi todo el sobrecalentamiento troposférico de los modelos ocurre en la segunda parte (1998 – 2014), Y que casi todo el enfriamiento estratosférico real, también predicho por la teoría y los modelos, ocurre en la primera (1979 – 1997). Los autores sugieren que tiene que ver con el ozono, de comportamiento claramente no lineal por causa del protocolo de Montreal. O sea que los modelos estarían contando una película verdadera entre 1979 y 1997, pero con causas causas equivocadas; y una película francamente problemática desde 1997. A coger con pinzas, por aquello de lo corto de esas series.

El gráfico. Mismo esquema de colores. Negro las observaciones; rojo y azul, los modelos. La división troposfera – estratosfera es más o menos hacia 150 hPa.

mitchell-et-all-2020-fig-1

Otro dato interesante que aportan es que creen que buena parte del problema está en un sesgo en las temperaturas del mar global. Si a los modelos les «obligan» a tener unas temperaturas marinas reales, en lugar de las modeladas, el sesgo a lo largo de la troposfera se reduce mucho. No desaparece, pero se reduce.

El siguiente estudio incluye la troposfera gobal (no sólo tropical). McKitrick y Christy 2020.

Resumen para humanos (de los autores):

Se sabe hace mucho que las generaciones previas de modelos climáticos muestran una tasa de calentamiento excesivo en la troposfera tropical. Con la llegada de los modelos CMIP6, podemos actualizar la comparación. Hemos examinado ejecuciones históricas (predicción «hacia atrás») de 38 modelos CMIP6 en las que los modelos usaban forzamientos históricamente observados. Nos centramos en el período 1979 – 2014, el máximo para el que todos los modelos y observaciones están disponibles, y para el que los modelos van con forzamientos históricos (conocidos). Lo que antes era un sesgo en los trópicos, ahora es global. Todos los modelos tienen más calentamiento que las observaciones en la troposfera baja y media, en los trópicos y a nivel global. De media, y en la mayor parte de los modelos individuales, la diferencia de tasa es significativa. La tasa de calentamiento en los modelos tiende a subir con la Sensibilidad Climática de Equilibrio (ECS en inglés), y presentamos evidencia de que la distribución de valores de ECS a lo largo de los modelos no es realista.

El gráfico. Cada punto rojo es un modelo; el último, a la derecha, la media de ellos. Azules, las distintas series de observaciones (globos, satélites, reanálisis). MT es Mid Troposphere, y LT es Lower Troposphere.

modelos-realidad-mckitrick-christy

Figure 3. Trends and 95% CI’s for individual models (red dots and thin bars), CMIP6 mean (red dot and thick bar) and observational series (blue). Horizontal dashed line shows mean satellite trend

Añado el gráfico de global tipo «espagueti», más usual.

modelos.realidad-mckitrick-christy-f1

Entre los dos estudios suman algo muy completo.  El primero no usa satélites, porque su «troposfera baja» es más baja que la de los satélites; el segundo, sí. El primero se centra en la troposfera baja y alta, y el segundo en la baja y la media; siendo las dos bajas algo distintas. Cubren bien la troposfera completa, menos la pura superficie.

Los dos usan la misma ventana de tiempo (1979 – 2014), por un motivo que explican pero que no quedará claro para todo el mundo. Lo de los «forzamientos históricos» en los modelos. Es muy típico en este debate que llegue un campeón, por ejemplo Zeke Hausfather, y presente un gráfico con una correspondencia niquelada entre modelos y observaciones. Y explica (o no) que ha corregido los modelos, en el sentido cambiar los forzamientos que llevaban por otros que ahora se sabe que eran los forzamientos reales.

Por ejemplo: Es que en la realidad ha habido más volcanes (o lo que sea) que los que tenían los modelos en la parte de predicción; y si hubieran tenido los mismos forzamientos que ha habido en realidad, el resultado hubiera sido diferente. Por eso lo corrijo.

Suena lógico, pero entonces hay que ponerse a discutir si los nuevos forzamientos que usa están bién, o están en discusión. Y tanto Mitchell et all como McKitrick y Christy lo han resuelto a base de limitarse a la parte en la que hay unos forzamientos que se han acordado entre todos los grupos de modelistas, y usan todos los mismos forzamientos. Y se llaman «forzamientos históricos». Por eso es la parte de predicción «hacia atrás». Saben el resultado que tienen que reproducir los modelos … ¡y no lo consiguen! ¿Será que no saben hacerlo, o será que para producir miedo al futuro no pueden partir de tan poco calentamiento en el pasado como ha habido?

En realidad esto no es nada nuevo. Lo nuevo es que los modelos nuevos -y presuntamente más guay- no mejoran sus problemas, sino que los empeoran.

Corolario. Los dos estudios cuentan la misma peli. Solo los modelos que muestran menos calentamiento reproducen algo compatible con la realidad a lo largo de la troposfera. Pero si miramos la parte baja de los modelos, y miramos lo que dicen los «negacionistas», la diferencia es pequeña y el rango se solapa.

negacionistas-e-ipcc-con-texto-nuevos-modelos

¿Podrían llegar a un acuerdo, «afirmacionistas» y «negacionistas», en base a ese rango que se solapa? Apuesta que no. A la niña Greta no le iba a gustar. Y a la no niña Teresa, tampoco. Ellas son así.

Fuentes:

Mitchell et al 2020:

McKitrick and Christy 2020:

El Kindergarten, o sea Tóntez y compañía, dicen que estamos en una guerra. Y usan todo el rato metáforas bélicas para referirse a la lucha contra el virus. En principio, muy puestos. Tanto, que las pocas veces que hablan de los muertos, lo dicen así: los muertos. No se les ocurre decir los muertos y las muertas. Supongo que intuyen que las chorradas posmodernas no encajan bien en el relato, si pretenden que esta vaya del Día D en las playas de Normandía. Aquellas películas en las que los héroes eran los que ponían toda la carne en el asador, y no una niña sueca medio trastornada por la telebasura, pero que hace un negocio colosal con su monada.

Lo malo es que los relatos son eso, cuentos. Y quien hace un cuento de una emergencia, ni se cree la emergencia, ni actúa en consecuencia. Pero la cabra acaba tirando inevitablemente al monte.

¿Se imagina alguien un gobernante cabal haciendo planes para dentro de 20 años, cuando está en medio de una guerra cuyo resultado no puede ni siquiera entrever? No, claro. Pero la pregunta tiene trampa. En concreto, gobernante cabal. Que no es ya que no sea el caso en el gobierno de Tóntez, es que se trata de un imposible estructural dentro del Kindergarten. Kindergarten significa, entre otras cosas, no cabal. Es el arte de vivir dentro de hermosos cuentos de buenos y malos, sin mirar ni medir las consecuencias de las «buenas acciones». Algo que puede funcionar hasta cierto punto en una sociedad sobrada de recursos, donde los problemas principales de la gente no son de supervivencia; sino de falta de alicientes morales, de sentido de la vida, y ese tipo de taras producidas por una riqueza repentina y mal llevada. Algo sumamente artificial. Quita la riqueza, y esos problemas dejan de existir. Pasas de querer salvar el mundo, a añorar poder digerir las piedras, a falta de algo mejor que llevarse a la boca. Y este gobierno casca mucha metáfora bélica, mucho relato y mucha leche, pero sigue pensando en «salvar el mundo». ¡Con planes a 20 años! Cuando ni siquiera podemos saber qué vamos a estar intentando salvar dentro de uno o dos años.

Es acojonante. ¿Qué diablos llevan en la cabeza? ¿Han decidido ya que dentro de poco sólo van a poder usar coches los ricos, y que a estos les da igual si cuesta el doble o cuesta la mitad? Podría ser. No es un resultado del todo inverosímil de esta «guerra». Pero si pasara eso, con tan pocos coches circulando, darían completamente igual Madrid Central o el CO2 que emitan los motores de combustión. En cambio, si lo que resulta es mucha gente en el límite de poder tener un coche, lo que conseguirían es que no lleguen a ese límite.

Una sociedad rica, empobreciéndose voluntariamente en cierto grado, puede ser algo más o menos estrafalario, pero practicable. Tal vez puede tener algo a cambio de menos riqueza. Por ejemplo, si el relato consigue convencerles de que así son más buenos, y hace se sientan mejor por ello. Otra cosa muy distinta es empobrecer una sociedad pobre. Eso no tiene perdón de Dios. ¿Y quién ha dicho que vayamos a seguir siendo una sociedad rica después de esta «guerra»? ¿Quién asegura que acabar en un nivel, por ejemplo de Marruecos, sea un resultado que no hay que considerar, y tal vez incluso difícil de conseguir? ¿Qué es lo que podría hacerlo imposible; nuestras riquezas naturales, o el exagerado capital humano que acumulamos (el kindergarten)? Bien, pues ahora imagina Marruecos (un nivel que podría ser inalcanzable dentro de poco), sacando leyes para el empobrecimiento como esta. Simplemente, no es imaginable.

Sí, puede ser exagerado pensar en que vayamos acabar tan mal. Lo mismo que puede ser optimista. No lo sabemos. No se puede saber. Por eso ningún gobernante cabal hace planes a veinte años, para conseguir resultados dentro de ochenta, en una situación como la que estamos. Y exactamente por eso, este gobierno es un peligro público. Lo más impresionante es que puede que te acaben explicando los ministros loro de Iván Redondo, que esto lo hacen … ¡¡¡¡por el principio de precaución!!! Vaya, por prudencia.

Añadidos para la discusión:

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