Ayer hubo varios comentarios a cuenta de una iniciativa, de no se sabe quién, llamada Referéndum 15 de Octubre. Muy en el ambiente de las acampadas y otros jolgorios del movimiento 15M. Y me parece interesante que se hable del asunto.

No, no estoy de acuerdo con sus propuestas. Lo explico, pero no tengo nada en contra de la iniciativa. No comparto las pegas que he visto, en el sentido de que es un «referéndum ilegal». En primer lugar porque no es un referéndum, aunque se lo llamen, sino una forma de lanzar un mensaje. Y después porque no me obsesiona la idea de que las leyes estén para cumplirse, sino para cumplir los objetivos que se les suponen. Y saltarse una ley (si fuera el caso), sin perjuicio aparente para nadie, es algo con muy pocas posibilidades de preocuparme.

La iniciativa es sin duda demagogia, y de la más barata. Pero no está nada mal discutir lo que plantea, porque va al grano del problema de si nuestro sistema ha fracasado. Y, ¡ojo!, que la cosa tiene morbo. Lo que nos venden todos los políticos es que lo que tenemos es la democracia, y que no hay alternativa a la democracia. Como la tesis es aceptada muy mayoritariamente, el resultado es que o se puede mejorar lo que hay, o estamos condenados a la caca que tenemos.

La gente esta del Referéndum 15 de Octubre plantea preguntar a quien quiera contestar cinco preguntas, que pongo a continuación, con esta idea previa:

Vamos a decir si queremos una democracia más justa y participativa, en la que aquellos que se aprovechen de sus cargos públicos sean perseguidos; si queremos que sea efectiva la separación entre justicia y política; si queremos, además, que la economía esté al servicio de las personas, y no las personas al servicio de la economía.

  • ¿Quieres que tu voto tenga un valor justo y poder elegir libremente a tus representantes? Reforma del sistema electoral: mayor proporcionalidad y desbloqueo de las listas electorales.
  • ¿Quieres saber cómo se gastan tus impuestos? ¿Quieres erradicar la corrupción política? Transparencia, mecanismos de control, y lucha contra la corrupción.
  • ¿Quieres evitar la influencia política sobre los jueces? Separación de poderes: independencia del poder judicial.
  • ¿Quieres tener voz y voto en las decisiones políticas que más te afectan? Democracia más participativa: potenciación de referéndums, Iniciativas Legislativas Populares, y presupuestos participativos.
  • ¿Quieres que la economía esté al servicio de las personas y no las personas al servivio de la economía? ¿Quieres que los responsables de la crisis paguen por ella? Economía responsable, justa y sostenible.

Es evidente la demagogia, porque son preguntas a las que no se puede contestar que no. Aunque yo lo voy a hacer con dos (raro que es uno). Y son preguntas que no conducen a ninguna acción, porque son demasiado imprecisas. Apenas una declaración de buenas intenciones. Y sin embargo son preguntas que ponen el dedo en la llaga, porque su misma enunciación es la demostración del fracaso del sistema. La demostración de que la gente no se siente representada por sus representantes y sus decisiones, y de que no se fía de ellos.

La primera pregunta son dos en una, y se puede contestar sí y no. Absurdo. Aparte que no hay definición de «valor justo» (tiene varias soluciones).

La segunda no define cómo se va a hacer, y te pueden contestar que ya tenemos transparencia, mecanismos de control, y lucha contra la corrupción.

La tercera, lo mismo.

La cuarta es más o menos aceptable.

La última pregunta, sobre la economía, aunque es trampa, es el eje sobre el que debería centrarse la discusión política: ¿Cuánto gasto público – una vez conseguido que los políticos no se lleven el saco? Pero la demagogia es acojonante. Las soluciones propuestas, «responsable», «justa» y «sostenible», no tienen relación con el falso dilema suscitado.

Aun así, yo voy a participar. No se le puede pedir lógica al producto de la LOGSE. Y voy a contestar que no a la primera y a la última, por las razones mencionadas. ¡Ah!, y me importa una higa de dónde sale la propuesta. Nunca me importa «quien» dice, sino lo que dice.

Pasen, y vean: