Yo también tengo una chapa, porque ese es un juego en el que podemos participar todos.

Vascuence por saco

Ahora esán de nuevo en campaña. Otra vez más. Parece que se trata de «animar» al ganado a asumir uno de dos papeles. El rol A, o el rol B. Que viene a ser como el rol de dominante y el de sumiso en BDSM. El primero consiste en un grupo que se compromete a hablar vascuence con todos los que se dejen. Se supone que sin pedir permiso. Al punto que su primera palabra con desconocidos será siempre en esa lengua, que ni hablamos, ni nos importa. Y el segundo grupo lo forman otros que invitarán a sus interlocutores a que se dirijan a ellos en vernáculo. Sin conmiseración. Incluso sin entender. El objetivo es el de siempre. Ese que nunca ha funcionado. Cambiar los hábitos lingüísticos de la borregada.

Dicen que hay 190.000 majoquis que se han apuntado a la campaña. Que, aparentemente, empezó el día 23. Se les reconoce, no solo porque te intentan meter vascuence por saco, sino porque se ponen una chapita en la solapa. Como diciendo: no es nada personal, no te descojones; es un juego de la tribu que tienes que tragar sí o sí.

Las chapas van de esta guisa:

vascuence-pelmda-chapas

Y luego hay, como decíamos, la chapa del insumiso:

Vascuence por saco

Según cuenta 20minutos [–>], vía Europa Press, están muy satisfechos.  Una forma de vida como otra cualquiera.

Respecto a la evolución del euskera en Bilbao, por primera vez en muchas décadas, más de la mitad de la población bilbaína sabe euskera. En los últimos 30 años se ha multiplicado por cuatro el número de euskaldunes en la capital vizcaína y actualmente el 23% de los residentes en la ciudad son euskaldunes alfabetizados y un 28% más «sabe euskera aunque con distintos niveles de dominio del idioma».

Según eso, Bilbao debería estar llena de chapas. Pero yo no he visto ni una todavía. Tal vez porque la mala (buena) noticia sea que tanto «euskaldún» produce muy muy poco hablar. Según Soziolinguistika [–>], ni papa.

vascuence-en-bilbao-2016

De ahí lo de las chapas y los once días de pelmada extra con el vascuence. Para cambiar esos números. ¿Pero, por qué diablos iba a haber que cambiarlos? Lo que hay son todos los motivos del mundo para reducirlos, no para aumentarlos. Si el vascuence hubiera desaparecido dulcemente hace unos siglos, o si jamás hubiera entrado en Vascongadas en la baja edad media, habría mucha menos etno-manía o identismo. Sería, si acaso, un problema de Navarra. La correlación entre esas fobias y los vernáculos es apabullante. Y la causación es clarísima, al menos para los separatas. La usan con todo descaro como herramienta principal en su propósito de crear un estadito – cárcel de chichinabo. Una especie de reserva india en el corazón de Europa, llena de chapitas y maravillas. Una puta pesadilla en la que el vernáculo es un componente fundamental. Lo que sugiere con fuerza que cuanto menos vascuence, menos pesadilla.

Sí, claro; está lo del «patrimonio cultural», que se hinchan a proclamar. Pero una lengua no es cultura, solamente es un posible soporte … de cultura o de incultura. Si no te da nada, salvo gastos y disgustos, se parece mucho más a una carga que a un patrimonio. O sea que de lo que estamos hablando es de una tara social, no de un patrimonio cultural. Y si para algunos es un «patrimonio etno-onanista», que esa pinta tiene es la que tiene, lo suyo sería que se lo pagaran ellos, y se dieran la tabarra entre sí.

Estas campañas vascuencistas solo son más o menos soportables porque todos sabemos que están destinadas al fracaso. ¡Es algo que siempre se cumple! Se podría alegar que mantienen entretenida a la chavalería. Pero sería miles de veces más barato si se masturbaran con el sexo en lugar de con la lengua. Además de que la masturbación propiamente dicha es cosa de uno, sin molestar al resto.

Menos vascuence, Caperucita.