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Claro, podría haberla visto en el cine. Pero no lo he hecho, a pesar de tener mucho interés. No tengo cines a distancia de ir andando. Ni siquiera sé si la han dado en mi zona. Tampoco tengo humor para encerrarme en una caja llena de gente horrible — la mayor parte de ellos probables aplaudidores y entusiastas de asesinos. Puedo prescindir de lo que me interesa si el precio es demasiado alto. Pero es un problema completamente absurdo. Los productores de Cintizenfour quieren que yo vea la peli. Supongo que sobre la base de que les pague por hacerlo, y ellos puedan seguir creando. ¡Pero estamos de acuerdo! Yo quiero verla, y estoy encantado de proporcionar a cambio una cantidad razonable. Incluso una cantidad no del todo razonable, y francamente superior a la de la caja llena de antropomorfos. Es aceptable pagar un sobreprecio por librarme de ellos. ¿No podríamos llegar a un arreglo?

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Pues no. En la web de Praxis Films / Laura Poitras no hay ningún sistema para que apoquines por una peli suya que hayas visto «pirateada». Y aunque puedes mandarles un email contando tus cuitas, es de imaginar que el tiempo de que te atiendan y contesten, y por ejemplo te proporcionen una cuenta bancaria en la que ingresar, tendrá un coste superior a los 15 o 20 euros que se podrían negociar para una transacción de este tipo. No tiene sentido.

A ver; imaginación. Podrían poner unas letras en el film, al principio y al final, diciendo algo como: Si has visto la película «pirateada», y te ha gustado, sugerimos que ingreses X euros (y la voluntad) en la web praxisfilms.org. Y el correspondiente botón de pago en la web. Fácil, rápido, limpio; bien. Todos amigos.

Y es que también habría que distinguir entre creación y creación. Quien más quien menos, todo el mundo ve o escucha alguna vez copias «piratas». Pero es muy distinto un producto de «pasar el rato», donde no te importa mucho entre dos películas más o menos de acción o más o menos entretenidas, o alternativamente jugar a las canicas, que algo que quieres ver porque presumes que te interesa. No mezclemos cultura, arte, pensamiento o información, con «entretenimiento». La mayor parte de los que les interesa lo primero, pagarán encantados por tenerlo. Y los que no pueden pagar, por ejemplo porque son estudiantes a dos velas, ya pagarán en el futuro. Es hacer clientela. No hay ningún problema, ni técnico ni financiero, para que nos pongamos de acuerdo entre los productores y los consumidores de «no entretenimiento». Y a la «industria» (esos que se llaman «artistas») que le den.

Lo que parece absurdo es tener la película al alcance de una tecla, y dos agentes económicos / culturales que quieren el mismo resultado, y que ese resultado no se produzca. Yo he visto la peli, y pagaría; pero Poitras no ha cobrado. ¿Qué pretenden? ¿La opción «moral» de que yo me quede sin verla, y Poitras se quede sin cobrarla? Es de tontos.

Sugiero el siguiente esquema / compromiso. No hace falta que te proporcionen una copia descragable en su web y te cobren. Alguien la va a «piratear» (subir a internet) por su cuenta. Fijo; eso ya es una ley de la naturaleza. Pero en su web podrían cobrarte (un pago voluntario) por ver la copia «pirateada». ¡Aprovechando el trabajo del «pirata»!

Sentada la protesta y propuesta, vayamos a Citizenfour. ¡Recomiendo verla, sin reservas! Ya arreglaremos con Laura lo de poderle pagar. (Arreglado, gracias a V. Aparentemente. Ver en los comentarios).

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El cuento:

– ¿Que te motiva?

– Al final todo se reduce a una cuestión del poder del gobierno sobre la gente, y de estar tú desarrollando herramientas para aumentar ese poder.

Yo recuerdo cómo era la internet antes de estar vigilada, y nunca ha habido nada como eso en toda la historia de la humanidad. Podías tener a chavales de una parte del mundo teniendo una conversación entre iguales con expertos en una materia en otra parte de mundo, sobre cualquier asunto. En cualquier sitio, en cualquier momento. Y era libre y sin restricciones. Y hemos visto torcerse ese modelo hacia otro en el que la gente se auto censura, y se hacen chistes sobre acabar en «la lista», por una donación a una causa o una consulta en Google.

Un cuento poderosísimo, mezcla de aventura de hackers y de pesadilla de defensores de los derechos civiles y la libertad intelectual. Y como guinda, nada menos que el paraíso perdido, a manos de las mentiras de un caradura traidor conocido como Obama.

Y sin actores, y sin red. Quiero decir que Snowden, un tío reflexivo y que piensa mucho, sin duda ha meditado esta respuesta de antemano. Pero te la está contando en su primera entrevista con los periodistas, en el momento en que está dando el paso que ya no tiene marcha atrás, y que acaba con su vida como era hasta entonces. ¡Y lo vives!

A partir de ahí, desde un cuento real de espías y periodistas, tienes una descripción de cómo es el mundo. Que tal vez intuyas -si eres muy cínico- pero definitivamente ignoras en sus detalles. Por ejemplo, una brutal separación entre unos gobiernos que actúan en completo secreto, y sin control, y una falta de privacidad del ganado como nunca se ha visto en 10.000 años. Pero falta de privacidad y falta de libertad son la misma cosa. Y eso es lo que tienes, sin saberlo.

No es (sólo) una buena película. Es una película obligatoria.Quiero decir que debería ser obligatoria en secundaria. ¿No haban de Educación para la Ciudadanía? Pues no la hay mejor. Literalmente.

También es alpiste para pensar. En muchas cosas. A mi me llama especialmente la atención lo que llamaría la «paradoja tecnológica». La libertad inicial que describe Sbowden al inicio. La total falta de privacidad (libertad) que muestra Poitras con Citizenfour. Y sin embargo, es difícil pensar en mayor libertad que tener Citizenfour a un clic y tres minutos. Y que proporcionarla por el mismo procedimiento.

Por tener, tiene hasta «final feliz». Un argumento recurrente de Snowden, desde el principio de la historia, es no esconderse. No ha tomado medidas para ocultar lo que ha hecho, porque partía de la idea de descubrirse. Y sabiendo que arriesgaba muy seriamente la cárcel y con tratamiento «especial», la idea era tratar de evitarlo, decirle «fuck you» al gobierno, e inducir con ello que otros sigan su camino. Otros «soplones» del abuso. Y es lo que nos dan a entender Poitras y Greenwald en la escena final. Que hay más Snowdens en la cola, con interesantes historias que contar.

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